Este año tenia propuesto ir a ver
correr el cacharro pues hacia muchísimos años, por diferentes causas, que no veía
esta bonita tradición villera. El título de este escrito en si no es correcto,
porque yo no corrí el cacharro sino que acompañé y fotografié el recorrido.
La verdad que me hizo mucha
ilusión el haber estado. Porque uno recuerda aquellos años de niñez y
adolescencia donde el cacharro era algo de niños y mayores. Recuerdo siendo niño
de ver a sexagenarios y septuagenarios corriendo el cacharro. Cacharros de todo
tipo. Lavadoras, neveras, cubos de pintura, somieres… ¡hasta medio coche llegué
a ver! Afortunadamente los tiempos cambian para algunas cosas, pero muy mal
para otras. Y la fiesta del cacharro por la víspera de San Andrés perdió
esencia sobre todo a partir de este nuevo siglo. He comprobado que la tradición
ha derivado en algo más enfocado a la infancia. Cuando era una fiesta de todas las
edades. Y observando anoche aquel nutrido grupo de padres y niños pensaba que
la fiesta sigue viva. Hay una trasmisión entre padres e hijos, por eso he
elegido para este escrito la foto que lleva. Padre e hijo. Veteranía y juventud
caminando de la mano en amor a La Orotava y sus tradiciones.
Pero igualmente pienso ¿Cuándo esos
niños sean mayores, correrán el cacharro o correrán el cacharro con sus hijos?
Porque a lo mejor se les está dando el concepto de que la fiesta es infantil.
No lo sé. Porque desde los colegios se tiene igualmente una actitud algo
ambigua. El año pasado salieron en horario de clase a las calles a correr el
cacharro. Este año lo ignoro, pero creo que no. Y los colegios tienen la obligación
de estas cosas. Es más, a nivel escolar de infantil a bachillerato debería existir
una asignatura específica sobre estas cosas. Espero y tengo ilusión de que
estos que hoy son niños, de adultos corran el cacharro junto a sus hijos no
como acompañantes. Y correr el cacharro de verdad, no quedarnos en unas latas
de refresco y poco más. Cosa por otra parte normal pues son niños y no va a
arrastrar grandes pesos.
Luego tengo cierto enfado con las
redes sociales. Llegan estas fiestas y mucha gente adopta un tono
reivindicativo en post de correr el cacharro. Pero señores/as el cacharro no se
corre en Facebook. Se corre por las calles villeras. Mucho bla, bla, bla en las
redes sociales ¿y dónde están luego? Vienen con las excusas de perdida de
fiestas, de que no se mantienen las tradiciones, y mil excusas. Pues lo siento,
no hay excusa. Hay grupos como el Colectivo Cultural la Escalera que mantiene
viva la tradición. Y lo hacen de manera pública y notoria. Por lo tanto, hay
fiesta y gente que la organiza. Y en un muy buen ambiente y organización. Así
que menos Facebook y más calle. Menos susurros de queja y más estruendo metálico.
A veces pienso que si la gente ha perdido la ilusión por este tema porque ahora
ya no es como antaño que la policía era muy restrictiva con este tema. A lo
mejor la solución es que el Ayuntamiento prohíba el cacharro y así se colapsan
las vías de “cacharreros”. En fin… Tengo clara una cosa. Quejarse por quejarse
es igual de malo que el no hacer nada. Por eso yo estuve anoche allí. Porque no
me gusta que me cuenten las cosas. Yo voy a comprobar
las cosas por mí mismo y a hacer mi propia foto. Así que menos quejas y más
cacharro.
Mi valoración de anoche en lo general
es el buen ambiente vivido por las calles de La Orotava en mantener estos festivos
rescoldos del pasado calientes. Una fiesta sana, sin músicas estridentes, sin
alcohol, sin peleas y nada que corrompa. Un trayecto donde la gente, sobre todo
los conductores, son cómplices de la gente que corre el cacharro y en una
actitud asertiva paran sus vehículos para dar paso a niños y mayores. Un buen
ambiente entre los vecinos del barrio de los Cuartos-San Andrés y los “cacharreros”
en una especie de simbiosis de hermandad. Y sobre todo gracias al Colectivo
Cultural la Escalera por organizar y mantener esto. Ya saben que yo no
pertenezco a ningún grupo, colectivo, asociación…así personalmente estoy a bien
con todo el mundo. Y no se me caen los anillos en felicitar a las personas que
hacen las cosas bien. Y cuándo se hacen las cosas bien, con amor y sentimientos,
ahí están los resultados. Por lo tanto, yo como villero desde este blog, anoche
lo hice en persona, los felicitos porque están batiendo el cobre donde otros están
tranquilamente en su sofá. De igual manera agradecer que no me pusieron
objeciones a realizar las fotos pues me presenté por sorpresa en la plaza de
San Juan Bautista y pregunté si había algún impedimento. Cosa que no hubo.
Me despido contando una anécdota personal
de cuando el cacharro era el cacharro.
Creo que tendría 5 ó 6 años no
más. Y los chicos mayores que yo se hicieron con un somier de cama de
matrimonio de aquellos metálicos de muelle. Íbamos en el grupo algunos vecinos
y familiares. Pero ellos eran todos adolescentes ya. Incuso algún veinteañero
iba. Y no se le ocurre a uno sino engrasar los bordes del somier para, según él,
que corriera más. Bajamos por la calle Calvario con aquel somier que hasta
chispas iba echando por los muelles. Que encima se le habían agregado cacharros
viejos y demás. Pero aquel amasijo metálico iba cogiendo velocidad. Y cuando íbamos
bajando por la carretera del Ramal en la curva antes de llegar donde Pepe tenía
el taller de las motos, no controlamos el somier y todo lo que llevaba se
descontroló y nos estampamos contra la valla. Los que ya tienen una edad
recordaran que antiguamente la carretera del Ramal era de doble sentido por ser
entrada-salida de La Orotava. Una carretera que era medio camino cabras que se
le dio su primer buen arreglo cuando vino a Tenerife la Vuelta Ciclista a España.
Pues al chocar en la curva venia de abajo un coche y el somier y todo trasto
que llevaba se le puso debajo de las cuatro ruedas. Yo no sé quién era, pero el
frenazo, bocinazos e insultos fueron más estruendosos que los cacharros. Y
van todos aquellos y salen por patas. Ni qué decir que yo salí tras ellos que
corrí como nunca. No sé que fue del somier y los cacharros, pero yo no los volví
a ver. Temeridades que hoy no haría porque es un peligro. Pero a esa edad uno
no teme al riesgo porque no lo conoce. Siempre que llegan estas fiestas me acuerdo
de aquel somier engrasado porque así cogía, o más bien creía aquel iluso, que
cogía más velocidad. Anécdotas de otras épocas y otra Orotava. Ojalá volvieran
ciertas cosas.
Un saludo y felicidades para los Andrés y Andrea.
© 2017 Francisco García.
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Primera edición del texto: Noviembre de 2017.
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