martes, 11 de diciembre de 2018

Tríptico orotavense.


Casa de los Balcones.
Imagen publicada en la Revista Hespérides en agosto de 1926.
Casa.
“En las calles pinas, las casas confundan sus puertas y ventanas se montan unas en otras. El tejando marrón, a lo sombrero chino, es caperuza honrada al cuerpo ingenuo de la casa. Sobre el escudo solariego, de piedra berroqueña a la antigua usanza o de cal y arena a la nueva y económica moda, camafeo parece, el balcón corrido, labrado, pintado y florido, sale de la pared a plomo, como pecho de mujer de la época curva del 98, llena de encajes, de sedas de color, de transparencias paganas del mírame y no me toques. El balcón corrido revienta en cada viga un fleje de raíces viejas terminadas en flor. La raíz se confunde con la viga, y el tallo verde con el encaje del barandal y no se sabe, tal es el ensamble y confusión, si la flor pendiente es estallido de geranio, de rosal, de clavel, de viga, de ventana o de baranda.

Las calles parecen vueltas del revés, con sus jardines verticales. Cada zaguán con escudo en la entrada, es como arcada a un campo. Pero el campo es patio encajonado en balcones a cuarterones y columnas labradas, como mesón de cuento perfumado donde una marquesita frágil viviera comiendo segundos, flores y mariposas”.



Campo.

“La calle pina, llena de guijas mojadas, termina en campo de plataneras. El platanal se escalona recortando sus hojas, como tijeretazos, cargado el tronco por la pina rubia y el gorro en punta, liso y cárdeno, como el rolo de tonos de moaré.

Imagen publicada en el mismo mes y año de agosto de 1926 en Hespérides.
Foto: Roda.


El cielo es azul caliente y los llanos escalonados, color verde chillón. A lo lejos, como puerta triangular del cielo, el Teide, sereno, de línea más recta que curva, se levanta con su caprichoso sombrero de nubes o gorro de nieve. Parece que la carretera de eucaliptos es camino del Teide, y solo es valla de plátanos o cuerdas del viento que parece música al ser cortado por la hoja curva del eucalipto. La hoja lo corta suave, y silba; el platanal apretado y roto en flecos, es peine de unidos dientes donde el viento chasca en la hoja plana, tiembla en los flecos y suena como tambor al chocar en el tronco terso”.



Mujer

De izquierda a derecha las señoritas
María Luisa X, de la Guardia,
María Codesio y África de la Peña.
Fotos: Roda y Benítez.
“De tal marco, tal lienzo. Presume de aristócrata, poniendo toldo a su hermosura pomposa, la capota moderna del automóvil, última carroza del cortesano recuerdo del siglo XV. Es blanca, fresca o sana, pimpante, curva y compacta, comodona y altiva. Tiene algo de rosa vuelta pava o de pava vuelta rosa. Desde el punto distante que linda con aquella choza, diminuta peineta montada en los rizos verdes de la platanera, hasta no se sabe que pared cercana, dada la igualdad de estos paredones primitivos, todo, desde allá hasta aquí, es dote nupcial. La promesa ventea y pasa por mar. Si la dote es carnada, el apellido es traba y la hermosura regalo dulce que liberta de verdad. ¿Es aquel zaguán -puerta al campo- mesón de marquesita melindrosa? No. Allí, en el estuche de madera labrada, entre virutas verdes, recogida y regalada, está la pulpa canaria, preciado bolso insular, discreto y pimpante, cuajado de blasones, de todos los campos, de barras de todos los metales, de flores de todos los perfumes. Fresca, orgullosa, rica, blanca, lenta, pavirrosa y enramada, como escudo, corazón de flor, peseta pulida, tierra fértil y balcón cargado de perfume y color”.


Eduardo Westerdahl.
Tenerife, agosto 1926.



Con este escrito, que he querido titularlo como así fue publicado en la revista Hespérides de agosto de 1926, retomo la seria de artículos que voy a dedicarle a dicho número. Sí es verdad que estas publicaciones estoy jugando un poco con los tiempos buscando el momento más acorde para ello. Por su puesto esta publicación de Hespérides es de dominio público en la Web de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y si alguien tiene a bien publicarlas y escribir bajo su concepto y opinión personal bienvenido es. Yo por mi parte lo publicaré cuando lo estime oportuno.
Hoy publico este artículo de Eduardo Westerdahl titulado “Tríptico orotavense” donde desglosa lo que para él eran los tres, supongo que entre tantos otros, atractivos de la Villa como son sus casas, campos y mujeres. Indudablemente tres de los mayores atractivos que posee este pueblo.
Obviamente hay que extrapolarse a la época, hace 92 años, en que fue redactado este artículo. Ni la casa es hoy la que es, ni el campo ni la mujer. Leyéndolo pues hay cosas no digamos chocantes, pero sí que hoy en día son distintas e incluso impensables.
Eduardo Westerdahl empieza haciendo una evocación a nuestras casas solariegas supongo que en el Casco y las que rozaban lo que era la periferia en aquellos momentos. Casas que afortunadamente hoy en día muchas siguen en pie como testigos pétreos y mudos de la historia villera. No se puede entender este pueblo sin su Casco histórico. Hace un tiempo que por los mentideros de la Villa se habla mucho del tema de convertir nuestro centro urbano en Patrimonio Mundial de la Humanidad. Pero ya ese es otro tema con otras proporciones que llegado su momento, si es que llega, publicaré en este blog una referencia al mismo.

Para `propios y extraños las casas villeras tienen una gran fascinación. Un halo histórico, social e incluso misterioso. Siempre he sostenido la gran oportunidad que tuvimos en las dos ediciones celebradas de Entre Molinos para poder acceder a muchas viviendas antiguas que de otro modo nos hubiera sido casi imposible. Y aquello, nos dio a conocer de manera superficial, el rico patrimonio arquitectónico, mobiliario y artístico que tiene la Orotava. Tanto en su propiedad publica como privada. Siempre he sostenido que La Orotava, al igual que La Laguna, son municipios que tienen unas peculiaridades muy especiales por el hecho de que son núcleos urbanos nacidos en pleno apogeo del Renacimiento. No somos los municipios de las antiguas coronas de Castilla y Aragón. Aquellos pueblos que iban naciendo al albur de la Reconquista o a la sombra de las fortificaciones. No tenemos ese pasado medieval o incluso ese anterior pasado visigodo o romano. No. Somos municipio de cuño renacentista hechos por hombres y mujeres de su tiempo.  Y eso a todos los niveles y a través del tiempo imprime carácter desde su arquitectura hasta sus gentes. Y esa expresión a lo largo de los siglos se manifiesta en su arquitectura en la que se unen las grandes casas de familias de rancio abolengo a las casas más humildes. Pasando por iglesias, conventos y ermitas. Nos llevaríamos, a mi me ha pasado, grandes sorpresas si visitáramos casas antiguas de distintas clases sociales. Esto de clases sociales me refiero a la época en la que fueron construidas. Y digo que nos llevaríamos gratas sorpresas porque yo he visitado casas de humildes pórticos y que dentro tienen una serie de elementos arquitectónicos o decorativos que personalmente yo me he quedado prendado. Sobre todo de sus patios. Casas que siguen conservando su espíritu añejo con tesoros materiales que son una maravilla artística, mobiliaria, literaria, sacro, agrónoma, etc. Domicilios en los que sus herederos han sabido cuidar con esmero todo este tema. Por poner dos ejemplos, no voy a decir dónde, yo paso muy a menudo por dos calles concretas y el otro día caminando por una de ellas me encuentro una ventana abierta a nivel de calle. Y al pasar me picó la curiosidad y miré, pues no es esa ventana que yo la recordara abierta alguna vez, y vi una biblioteca y un mobiliario que les confieso que me dieron ganas de saltar la ventana y allanar el lugar para contemplar aquel tesoro de cerca. Solo mi enorme respeto por el derecho inalienable de la propiedad privada a la condición humana me impidió hacer tal cosa. Una biblioteca totalmente decimonónica como pocas quedan y posiblemente con unos tomos que deben ser muy difíciles de conseguir hoy en día. Más recientemente vi otra casa que estaban limpiando y tenia sus ventanas a nivel de calle abiertas me topé con otra sala de estilo antiguo donde se veía de fondo una galería donde incluso tenían una peana con un santo de proporciones nada desdeñables que yo creo que era un San José. Antiguamente muchas de estas casas tenían sus pequeñas capillas o lugares de oración.
Se me viene ahora a la mente por haber nombrado los patios un libro que no debería faltar en ninguna biblioteca villera como es “Patios singulares de las Islas Canarias” del autor orotavense don Tomás Méndez Pérez. Siempre es bueno en los escritos insertar la referencia cultural a un buen libro y demás.
Las antiguas casas villeras… con sus blasones, sus patios canarios, su tejados y vigas de tea, jardines, huertas… casas de ricos o pobres, pero todas con el encanto de nobleza y humildad, y sus tesoros de todo tipo.
Tema este para un escrito más extenso.

Campo… ¿Qué decir del campo villero? Sus alfombras verde platanera, sus extensas huertas de papas, sus frutales, viñedos, flores… Vivimos en tierra fértil bendecida por este clima y regada por nuestras aguas que han estado siglos en recipiente de roca volcánica.
Hablar del campo es también un tema muy extenso. Y no siempre muy ameno porque hablar del campo no es hablar en una mágica prosa de bucólicos lugares. La tierra para que de frutos hay que trabajarla. Hay que encallarse las manos y calarse los huesos de frio. Pero la descripción dada por Eduardo Westerdahl vendría a ser la romántica descripción de cuando el centro urbano se fundía con la zona campestre en delimitaciones hoy totalmente urbanizadas. Aun así, hoy en día en La Orotava podemos contemplar el campo. Imaginemos cómo sería el haberlo podido contemplar en 1926. Se me viene ahora a la mente el haber podido observar una puesta de sol en verano desde el privilegiado sitio de la entrada al hospital de la Santísima Trinidad. Dicho sitio hoy franqueado por una reja que solo se abre en los velatorios.
Alfombra de verde vegetación desde la playa hasta el Teide. Probablemente soy de la última generación que conoció campo bastante cerca del centro urbano. Pero si nos remitimos a postales, fotos o fílmicos de la década de los 60 y 70 ya vemos como el urbanismo iba comiendo terreno al campo. Aunque La Orotava quedo embolsada de aquello que se llamó en la década de los 5l “El Desarrollismo” sí tuvo su propio desarrollismo en la década de los 80 que hizo que el terreno de cultivo fuera acotándose y reduciéndose drásticamente.

Mujer.
Aquí llegamos a un tema puntilloso porque lo escrito por Eduardo Westerdahl tal vez hoy seria calificado de ¿cierto machismo?. No lo sé porque en este país ya no se puede dar ni un sincero y respetuoso piropo a una mujer. Así que yo haré un copia y pega, este de los buenos porque es a otro escrito mío, sobre la belleza de nuestras mujeres que dice así:

“…Y como yo soy muy villero, o al menos a eso aspiro, no quería, y más en mi primera entrada, dejar de hablar de la mujer villera… Mujeres fantásticas. Muchas veces muy fuertes de carácter, pero de un corazón grandísimo. Pero a la vez mujeres de perfil dulce y noble como los ángeles. Mujeres que a lo largo de la historia han tenido que sacar a sus familias adelante muchas veces solas porque enviudaban jóvenes o su marido había emigrado para darles un futuro mejor, o estaba combatiendo en la guerra. Muchas mujeres sabias que en el ocaso de su vida se pasaban el tiempo calando y oyendo la radio o junto con otras vecinas contando historias del pasado. Hoy la mujer villera es distinta en algunos aspectos. Se ha adaptado a los nuevos tiempos. Ha estudiado, se ha insertado en el mercado laboral y es una mujer más independiente. Pero siguen manteniendo esa rica herencia cultural y antropológica de sus madres y abuelas. Somos un pueblo de bellas mujeres y lozanas jovencitas. Que gusto cuando uno se encuentra con una villera 100 x 100. Como la mujer orotavense no ha hecho Dios una obra mayor que esa. Son iguales que las más bellas ninfas y princesas del Jardín de las Hespérides que jugaban con Ladón mientras custodiaban las manzanas de oro del árbol regalo de la Madre Tierra. Y hoy, las legítimas descendientes de aquellas princesas mitológicas son nuestras mujeres. Princesas de tal vez este trocito de la Atlántida que aún queda en la superficie de nuestro Océano. Y no es por presumir. A la vista está la divinidad de nuestras mujeres”.


Publicado en este blog el 01-02-17 bajo el titulo “Ser de La Orotava.”


Así que poco más voy a añadir.
Ha sido una muy superficial valoración al “tríptico orotavense” publicado en agosto de 1926 por Eduardo Westerdahl en la revista Hespérides. Un escrito hibridado entre 1926 y 2018. Habrá algunos más para publicar, llegado su momento.
Pero eso queridos lectroes/as ya son otras historias.
Un saludo.

© 2018 Francisco García.
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Primera edición del texto: Diciembre de 2018.



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© 1926 Eduardo Westerdahl.
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