lunes, 14 de enero de 2019

A los pueblos los forma su gente.

La histórica Villa aparece velada como una novicia bajo tocas de castidad. Recatando sus gracias, cuidadosa de sus bellezas, esquiva a las miradas profanadoras, desperezase lentamente, con dejos de voluptuoso embelesamiento, como una doncella que soñara en sus múltiples encantos de mujer.
El cielo, apagado, sereno, cae sobre los grandes torreones y las copas de las palmeras como inmenso palio mantenido por centenares de columnatas. El Teide asoma a ratos su mole gigante, tornando a esconderse en las alturas como un dios en las regiones del misterio. El agua entona en las acequias una canción de vida y fecundidad. Las campanas llaman a misa, y por las calles desiertas y sombrías, bandos de palomas revuelan de tejado en tejado o se posan en los balcones, entre las macetas. Más tarde nuevos humores turban la paz de la noble Villa. De los campos acuden centenares de campesinas, muchachas madrugadoras, con blancos pañuelos en la cabeza y grandes cestos de fruta bajo el brazo, y, detrás de las madres, niños de andar torpe, arrastrando los zapatos nuevos.
Junto a los portales, mientras ordeñan las vacas los gañanes, pequeños becerrillos retozan en las aceras, y oyese el repicar de las esquilas llamando a las criadas, que salen con sus cántaros.
Después, la gente del pueblo que camina presurosa en dirección a la Iglesia; señoras enlutadas de andar reposado y solemne, y damiselas risueñas, vaporosas, adorables, con velos de comunión prendidos con azahares.
No menos interesante resulta el aspecto urbano de la Villa, con sus calles empinadas y sinuosas, sus edificios de extraña arquitectura, erizados de torreones, sus balcones tallados, sus escudos de piedra pregonando el lustre y esplendor de antiguos blasones, sus patios llenos de verdor y de frescura, sus muros cubiertos de yedra, y sus tupidas enredaderas con flecos de blancas y azules campanillas... Y rodeando el caserío hidalgo, huertas de plátanos con orlas de retamas y geranios que van a perderse en las montañas vecinas o en las orillas del mar, allá en la lejanía. Contemplando el Valle famoso se comprende la unción espiritual y la exaltación poética de cuantos la han cantado
y bendecido.
“Voici ce qu'il y a de plus delicieux mau monde” (esto es lo más delicioso del mundo), decía Humboldt. Otro viajero ilustre, el abate Ledrú, que visitó también este Valle en los primeros años del siglo XIX, se expresaba en esta forma:
"Si tuviese que abandonar los lugares que me han visto hacer y buscar
otra patria sería a las Islas Afortunadas, sería a La Orotava donde iría a terminar mi carrera''.
Y Berthelot añadía:
"Yo he realizado el pensamiento del abate y me hallo bien”.

De su libro ''Tenerife .
Leoncio Rodríguez
Agosto de 1926.


La aristocracia de los pueblos más consistente, más recia y poderosa, más noble, por decirlo así, que la de las individualidades adquiere, por razón de su propio prestigio, un carácter peculiar que hace destacar singularmente su personalidad.
Es indudable que, si el individuo encerrado en la fuerte expresión de su nobleza da y cobra prestancia con sus obras, con sus hechos, y muestra en la recia contextura de sus convencionalismos, en la pureza con que procura entronques genuinos que sean representativos de su nombre, un exclusivismo verdaderamente atávico; los pueblos, compendios de obras hechos y caracteres mantienen de mejor manera, más airosamente, todo ese sentimiento espiritual que es su más noble blasón y su más limpia ejecutoria.
A nuestros ojos todo lo que signifique leyenda, todo lo extraordinario, todo lo que se salga de lo corriente, de lo vulgar, de lo cotidiano, adquiere, por espejismo sentimental, una visión que nos atrae, nos emociona, nos cautiva.
Aquella venerable personalidad de título sonoro, de timbre preclaro, de clara estirpe; aquella hidalga condición cuyo abolengo tuvo por cuna la oxidada armadura histórica; aquella obra, aquel gesto soberbio del antepasado de esforzada y valerosa alma; aquella tizona, reliquia sagrada, de cóncavo tazón que sirvió hoy -en el pretérito- de defensa al burlado en gesta justiciera, o mañana —siempre en el pretéritomal dirigida, mal empleada dirimió querella con atropello, con injusticia manifiesta; hoy,— presente efectivo, futuro en embrión —velada por las dulces nieblas de la leyenda, envuelta en el humo brujo de la historia, cobra con fuerza del actual decaimiento espiritual, -con la vulgaridad de nuestra existencia exenta de gestos de belleza— belleza sentimental, añoranza, recuerdo dé lo qué pasó para hoy y para mañana un poder representativo verdaderamente extraordinario.
El alma de los pueblos que es esencia compuesta de la sutil espiritualidad que va fluyendo lenta y reposadamente de sus individuos, es también, conjuntamente, monumento, calle, plaza, patio, jardín, palacio, escudo de piedra labrada, quietud solemne silencio conventual y evocador, hecho histórico, costumbre bella, hidalguía, hospitalidad...
De la suma de estos valores considerados y sostenidos a través de los años en toda su exaltación, nace y queda flotando como airosa cimera, como rico florón de cualidades, la tradición prestigiosa.
Y por ello, los individuos y, por analogía, los pueblos qué sin perder el ritmo de su época, de su siglo, saben mantener incólume, por entre el tráfago materialista, por entre la tendencia de practicismo absorbente, el tesoro de su personalidad, de su carácter, tienen su alma templada para el esfuerzo, para el sacrificio, para el ideal bello, para continuar la tradición, para el gesto romántico.
La Villa dé La Orotava evoca un pasado de nobleza; tiene todo el expresivo carácter de los pueblos con personalidad y representa, en la vida insular, esa alma que la tradición forjó y que hoy se mantiene lozana y fuerte, segura de sí misma.

D. Molina Albertos
Agosto de 1926


¿Y qué más puede servidor añadir a estas palabras?
Esta es una nueva publicación en base a lo extraído de la revista Hespérides de su número de Agosto de 1926. La he titulado “A los pueblos los forman su gente” pues creo que podría ser a su vez el titulo a los dos artículos publicados hace casi 93 años por Leoncio Rodríguez y D. Molina Albertos en dicha revista.
Quiero empezar mencionado el gran y fino verbo utilizado en la redacción de ambos artículos. Hoy en día cuesta mucho encontrar articulistas y columnistas de tan amable escritura para el lector. Sana envidia tengo de yo no poder escribir así sobre nuestro pueblo. Pero cada persona tiene sus fuertes y el mío, si es que tengo alguno que lo dudo, no es precisamente el noble arte de la escritura.
Traigo a colación estos dos artículos pues creo que todo pueblo tiene sus propias peculiaridades e idiosincrasia. Pero tales actitudes adjetivadas a cualquier municipio vienen dadas por sus habitantes. Si un municipio lo forman gente de mal vivir será un municipio de mal vivir. En cambio, si lo forman gente culta será un municipio culto. Tenemos la suerte de que La Orotava nació en pleno apogeo del Renacimiento. Y eso, al igual que La Laguna, imprimió carácter. Imprimió un ideal de concepto municipal que no distinguió a ricos ni a pobres sino que ha sido un conjunto de ideas que ha caminado de generación en generación. Muy bien lo definen los dos escritores en sus opiniones sobre la Villa. Sus gentes, sus clases populares, sus estirpes y blasones, sus casonas y sus casas terreras, su Fe y costumbres… aquello que ha formado el ADN villero a lo largo de los siglos.
Podemos leer estos artículos en nuestra máxima exaltación de sentimientos villeros. Podemos inflamar en nuestros corazones las más altas pasiones patrias evocando la grandeza de la nobleza y lealtad de este pueblo. Sentirnos orgullosos de lo que somos en todo alto entusiasmo… Pero no nos equivoquemos ni que nos induzcan a pensamientos erróneos. No podemos cosificar el sentimiento a querer reducirlo y atomizarlo en hechos concretos de un Corpus o una Romería. Eso son sentimientos puros pero que no representan solo ellos lo que es La Orotava. Y si caemos en esa trampa nos encontraremos en un ambiente osco, oscuro incluso yo diría que ofuscado ante otras cosas que forman toda la cosmogonía villera.
Por eso cuando un pueblo tiene el orgullo de sus gentes y de su historia, cuando es fuerte en sus sentimientos y gallardo contra todo aquello que quiera manchar y ensuciar el nombre de su municipio, es un pueblo fuerte y digno de ser respetado. Pero cuando una población cae en la molicie, en el abatimiento y en el conformismo de que todo está bien, es un pueblo que mientras le dan palmaditas en el hombro lo patean en el trasero. Porque los pueblos fuertes y orgullosos, conservacionistas de sus mejores virtudes y que desechan todo aquello que significa perdida de identidad. Habitantes que velan silentes, pero firmes, por aquellos nobles ideales que los definen son pueblos que perviven a lo largo del tiempo.
No tenemos sino que leer estos dos artículos, de forma directa y entre líneas, para comprobar que aquella sociedad villera de 1926 era una sociedad orgullosa de La Orotava. Con sus estratos sociales que eran muchos. Con desigualdades, que las hubo, y siguen existiendo. Con privilegiados y soñadores. Con damas y señoritas. Con terratenientes y labradores… pero todos con un mismo sentimiento. Por eso La Orotava no cayó en muchas trampas como sí lo hicieron otros. Por eso mantiene unas peculiaridades que la hacen única aun a día de hoy. Porque si nacemos de una misma matriz que por ejemplo La Laguna nada le debemos envidiar. Ellos son La laguna, nosotros La Orotava. Ello son la capital de Tenerife, pese al latrocinio chicharrero, y nosotros somos la capital del norte de la isla. Siempre lo digo. Para hablar de La Orotava, para bien o mal, hay que conocerla. Hay que conocer el alma del Casco y el alma de sus barrios. Conocer su cultura, que es muy rica y extensa. Hay que conocer a su refinada sociedad y con la misma mano que hoy brindas en fina copa mañana ensuciártela en nuestros campos. Hay que saber que no es lo mismo aquí que allí, ni allí que aquí. Hay que comprender que en esta gran extensión territorial que forma nuestro pueblo no podemos cosificar todo a un pensamiento único ni creer que todo es igual en todo lugar. Pero allá donde se esté, siempre con el inmenso orgullo de ser villeros. Una vez me dijo un chicharrero que La Orotava solo tenia tres virtudes: Sus Alfombras, Romería y agua. Tres grandes virtudes indudablemente. Pero si nos quedamos con eso significaría algo muy corto. Y esto creo que era el pensamiento y forma de vida en aquel lejano 1926 heredado de un sentimiento y pensamiento de tiempos aun más pretéritos. Un sentimiento espiritual que ha ido concatenándose de generación en generación.
Ya son más de 450 publicaciones en este blog y saben lo qué pienso de muchas cosas. Y uno de los pesares que más he expresado es el hecho de notar que los engranajes en la correa de trasmisión de valores se han debilitado. Sobre todo, en la generación de finales del siglo XX y la de este siglo. Pero igualmente he de reconocer que la juventud villera es una juventud que aun conserva mucha sustancia. Estamos ante una generación con cierta tendencia rupturista. Ellos han tamizado más ciertas cosas, sobre todo actitudes. Hemos de ser conscientes que estamos ante una generacion que son punto de inflexión respecto a las anteriores. Que muchas cosas han cambiado, para bien y mal, en un proceso sin punto de retorno. Pero generaciones nuevas y añejas deben de asumir el compromiso de que hay una tierra, una tradición y todo un conjunto de cosas que son las que nos definen y debemos protegerlas y conservarlas.
Obviamente siempre vemos casos que uno dice ¿y esta gente es de La Orotava? Porque si yo fuera aquí a relatar lo que veo no se lo creerían. Porque observo hechos y actitudes que me producen asco. Y cuando un pueblo flaquea, las flores perecen para nacer los cardos.  De verdad se los digo. Ser de La Orotava no es ponerse un traje de mago, ni ver unas Alfombras, ni ir a una procesión. Indudablemente eso es parte de la tradición. Este blog en su línea editorial es fiel a la alianza con la tradición. Pero La Orotava es un cosmos mayor. Y hay que comprender, yo el primero, que hay muchísimas cosas y personas que forman este municipio. No podemos quedarnos con tantos miles de habitantes dentro de tantos kilómetros cuadrados. No podemos limitarnos a tanto presupuesto anual. Ni con tantas inversiones o infraestructuras. A los pueblos no los hace grandes su poderío económico, industrial o militar. No lo hace grande su arquitectura y arte. No lo hace grande su Fe y tradiciones. Ni tan siquiera su costumbrismo. A los pueblos los hace grande sus gentes. ¿De qué serviría grandes fiestas, grandes templos de rica imaginería, vetustas y blasonadas casas señoriales, plazas y jardines… si luego no hubiera gente que les diera su grandeza? Porque si no hay actitud y un sentimiento proactivo todo sería inicuo. No hay que caer nunca en las sombras penumbrosas, ni en agradecimiento a quien debe cumplir una labor y obligación, ni a dejarse llevar por el abatimiento del todo está bien así. Porque entones ese pueblo tendrá inoculado un virus que lo llevará a su defunción. Pueblos sin palpito interior movidos como marionetas. Personalmente me opongo a que nuestra Patria, grande y chica, tierra de nuestros ancestros y de nuestros herederos se convierta en un simple terruño sin legitimidad histórica.
Así lo veo yo, pese a que no soy ejemplo de nada. Leo y releo estos dos artículos y siento que hemos perdido algo. No sé cómo definirlo ni creo que pudiera. Pero opino que Leoncio Rodríguez y D. Molina Albertos precisaron muy bien la piedra angular, en forma sentimental, en la que ha de bascularse La Orotava. Los tiempos cambian y no podemos quedarnos anclados en el pasado. La orografía, los habitantes, modelos de familia y vida están en continuo proceso de transformación y estamos en la libertad de aceptarlas o no, respetando a los demás. Muchas cosas cambian, para bien o mal, pero hay que conservar ciertos valores como algo patrimonial a nivel de sentimientos. Yo no puedo decir que esté libre de pecado y tiré esa piedra purista creyéndome que estoy por encima del bien y del mal. Pero he querido recordar estos dos artículos en este comienzo de año que podría ser una extensión del articulo publicado el 2 de enero de 2018 titulado “El inexorable paso del Tiempo”: https://100x100villerosdelaorotava.blogspot.com/2018/01/el-inexorable-paso-del-tiempo.html
O mucho antes el artículo que publiqué en el año 2017 titulado “Ser de La Orotava”: https://100x100villerosdelaorotava.blogspot.com/2017/02/serde-la-orotava.html
Seguiré extrayendo todo el material que pueda del numero de Agosto de 1926 de Hespérides e intentar hacer una valoración personal. Repito, personal, pues no me creo dueño, ni lo ansío, de la verdad absoluta. Y en este tema hay tantas opiniones como habitantes tiene el pueblo. Todas muy respetables y dignas de ser escuchadas.
Un saludo para todos/as.


© 2019 Francisco García.
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Primera edición del texto: Enero de 2019.

© Del documento, los autores.

© Leoncio Rodríguez.

© D. Molina Albertos.

Digitalización realizada por la ULPGC.


Ignoro lugar, historia, fecha y autor de la imagen. Son de estas fotos que van circulando por la Red. Pero me ha parecido muy buena imagen que ilustra bien que el alma, carácter e identidad de los pueblos lo dan sus habitantes.