martes, 24 de enero de 2023

Ch. Beneden, un belga por La Orotava del siglo XIX.

Panorámica del terruño de nuestra raza desde lo que hoy es el mirador de Humboldt. Postal del siglo XIX circulada por Internet.
 


Nuevo artículo sobre las impresiones de un visitante de La Orotava. En el caso de hoy el belga CH Beneden. No he conseguido mucha información sobre este personaje, supongo que sería una persona de poco renombre, pese a hacer sus pinitos como escritor, que por cierto no lo hacía nada mal. De lo poco que he podido leer sobre la biografía de nuestro protagonista es lo siguiente.

Ch. Beneden fue un abogado belga, admirador entusista del Valle y de la Villa de La Orotava. Escribió Al Noroeste de África: las Islas Canarias, 1886.

Más no he podido localizar. Ni siquiera la portada de su libro. Ignoro de dónde podría sacar don Víctor la información para incluir a este viajero belga en su libro.

Leamos sus impresiones sobre la Villa.

«…En el aspecto de La Orotava hay algo campestre que no se encuentra en nuestras ciudades de Europa. Es la verdadera rus in urbe de Horacio. El campo penetra en la calle. Allí, ningún tumulto ni barullo; nada de muros embadurnados de anuncios, ningún letrero para atraer a los clientes; los cafés y los periódicos son desconocidos. El teatro es una pequeña sala, tapizada de flores naturales en las grandes ocasiones, y que utilizan algunos señores aficionados. No se ven ni mercados ni escaparates; nada de lo que distingue a otros países. Sólo se camina sobre hierba tierna, que el aire puro y templado conserva sin pecar.

Sobre una población de siete a ocho mil almas apenas se cuentan cincuenta artesanos. Las jóvenes coquetean con sus enamorados detrás de las rejas de los balcones. Cuando llega el atardecer, se ve a los galanes circular, envueltos en grandes abrigos, bajo la ventana donde la bella les espera. Hacia medianoche van a cantarles romanzas, que mezclan con los acordes suaves de una guitarra.

Esos sentimientos de hidalguía están profundamente arraigados en el espíritu de la población y el mismo hombre de pueblo considera como sumamente descortés el hecho de pasar por una acera entre unas señoras y las casas. Cometer tal torpeza seria exponerse a ser señalado con el dedo.

Las damas casi sólo salen los domingos, para ir, vestidas de negro, a misa de ocho en la iglesia de la Concepción. Como todos los españoles del sur, permanecen irrevocablemente fieles al velo y a la falda larga, que arrastran…

En La Orotava las plantas de los patios son sustituidas con frecuencia por naranjos, que una temperatura templada mantiene todo el año cubiertos de flores o de frutos. Las salas dan a jardines maravillosos, que están cuidados con esmero. Tales son, especialmente, el de la familia Machado, donde se encuentra un castaño colosal cuatro veces centenario; el de la marquesa Sebastiana de Ponte, llamado de la Quinta, donde las columnas blancas de las escaleras, perdidas bajo una infinidad de flores, recuerdan las fantasías más graciosas de Versalles; los del conde del Palmar y de los marqueses de Monteverde; el palacio de don Juan de la Guardia, hombre amable, a quien le debemos el haber tenido acceso a todas estas viviendas, y finalmente, la casa solariega antigua del marqués del Sauzal. En el jardín de este dominio señorial, se encontraba antiguamente el célebre drago de La Orotava, el decano de los árboles más antiguos del globo. Comparando su altura con el crecimiento anual de sus congéneres, Humboldt llegó a asignarle la edad de ¡diez mil años! Este venerable patriarca del mundo orgánico murió de decrepitud en la noche del 3 de enero de 1868. Las autoridades municipales, para celebrar dignamente sus funerales, decretaron que se diera una cena de doce cubiertos en el interior de su tronco mutilado…

El tiempo pasaba rápidamente en esta Villa encantadora, que nosotros recorríamos todos los días con un interés siempre nuevo.

Antes de entrar en nuestra fonda, nunca dejábamos de pararnos un largo rato en una plaza próxima, sombreada por castañeros. Acodados en la barandilla de piedra, respirando un aire purísimo, disfrutábamos el magnífico panorama de La Orotava. Nos parecía que cada piedra, cada planta de esta adorable morada exhalaba un perfume misterioso que se remontaba hasta la aurora de los tiempos heroicos.

Ante nosotros se extendía, hasta el infinito, esa capa azulada y tranquila del océano, que señalaba los confines de nuestro pequeño mundo; y en él, mi pensamiento podría perderse en el ideal de los sueños sin que fuera interrumpido por el paso de algún gran navío mercante, que lo hubiese llevado a lo prosaico de la realidad…»

Ch. van Beneden, Al noroeste de África: Las Islas Canarias (Cp. IV), 1882, pp. 30 y ss. Edic. J.A.D.L., Traducción de J.A. Delgado Luis, Graficolor, La Laguna, prólogo de José Luis Concepción. Introducción de Manuel Hernández González.

Texto extraído del libro “Lo que han dicho de ti”, Víctor Rodríguez Jiménez, 2006.

 

Como siempre paso a comentar algunos fragmentos que me han parecido interesantes.

«…En el aspecto de La Orotava hay algo campestre que no se encuentra en nuestras ciudades de Europa. Es la verdadera rus in urbe de Horacio…»

Esta es frase ya escrita por otros visitantes de la Villa, como fue, unos años antes, Sabino Berthelot. Si la vuelvo a reiterar es por la suma importancia que le doy, pues nos despierta la conciencia de la simbiosis, aún se puede ver en algunas zonas, de esa fusión armónica entre urbanismo y naturaleza. Por desgracia hoy en día ya no nos pueden piropear diciendo que La Orotava es la urbe in rus de Horacio.

«… ningún tumulto ni barullo; nada de muros embadurnados de anuncios…»

Lo digo siempre: una de las esencias que forman La Orotava es su tranquilidad. Por tanto, sinónimo de calidad de vida. Esto no es como otros municipios que por su idiosincrasia propia son más tendentes al tumulto y barullo (dicho en el buen sentido). En La Orotava, o al menos en La Orotava arcaica nos gusta el silencio. Los días de jarana están muy marcados en el calendario. Y no más. En los últimos tiempos hemos tenido algún que otro hecho puntual que es deseable que fuera siendo puntual. Pero observo que tras el desconfinamiento han llegado a La Orotava ciertos tumultos y barullos (esta vez sí que en el mal sentido de la palabra) que a mí no me gustan en absoluto. Tiempo al tiempo que lo malo suele avanzar cuando se le abona el terreno. Nosotros tenemos los relojes, pero la maldad posee el tiempo.

«… Esos sentimientos de hidalguía están profundamente arraigados en el espíritu de la población y el mismo hombre de pueblo considera como sumamente descortés el hecho de pasar por una acera entre unas señoras y las casas. Cometer tal torpeza seria exponerse a ser señalado con el dedo…»

Que alguien por favor me explique esto. ¿Ser señalado por el dedo por qué? ¡Como para cruzarse en una esquina! Y encima considerado descortesía por el propio hidalgo villero. Pues si vieran hoy en día les da un infarto. Este fragmento no lo comprendí porque Beneden o no lo redacta y explica bien o yo no lo entiendo. Esto deben ser cosas de la moral y el decoro de la época.

«… la casa solariega antigua del marqués del Sauzal. En el jardín de este dominio señorial, se encontraba antiguamente el célebre drago de La Orotava, el decano de los árboles más antiguos del globo. Comparando su altura con el crecimiento anual de sus congéneres, Humboldt llegó a asignarle la edad de ¡diez mil años! Este venerable patriarca del mundo orgánico murió de decrepitud en la noche del 3 de enero de 1868. Las autoridades municipales, para celebrar dignamente sus funerales, decretaron que se diera una cena de doce cubiertos en el interior de su tronco mutilado…»

Esto sí que lo desconocía totalmente. Ignoraba esta especie de luto oficial dada por el Ayuntamiento en una especie de “honras fúnebres”. Claro ejemplo de la envergadura física e icono simbólico que representó este drago para La Orotava. Son cosas curiosas que conmino a quienes se mueven bien buceando entre los archivos históricos de intentar rescatar algún documento oficial sobre este decreto por parte de las autoridades locales.

«… Acodados en la barandilla de piedra, respirando un aire purísimo, disfrutábamos el magnífico panorama de La Orotava. Nos parecía que cada piedra, cada planta de esta adorable morada exhalaba un perfume misterioso que se remontaba hasta la aurora de los tiempos heroicos…»

Me encanta como el autor engarza en su narración de forma magistral lo que ve y siente relacionándolo con el tiempo de la era del Mito. Una vez más este pueblo se enlaza, no sólo con la urbe in rus de Horacio, sino con el jardín de las Hespérides. Es algo que se repite a través de los siglos en múltiples viajeros que visitan esta tierra. ¡Que desgracia la mía no haber podido contemplar tan sublime belleza! Nos quedaran siempre estos relatos y nuestra imaginación evocando tales paraísos terrenales.

Concluyo aquí este artículo pues poco más puedo aportar. Contribuir con mi humilde granito de arena a su difusión y preparando ya el siguiente.

Un cordial saludo.

 

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Primera edición del texto: Enero de 2023.

 

© Ch. Beneden y herederos.

Imagen: Postal circulada por las redes sociales.