jueves, 18 de mayo de 2017

Los que ya no están entre nosotros.

La semana pasada estuve por el cementerio a enramar en mi nicho y es costumbre siempre seguir cierto ritual de visitar los distintos lugares donde están enterradas personas que he conocido a lo largo de mi vida. Suelo hacerlo en una especie de pequeño homenaje y recuerdo para ellos. Y me dio por hacer algunas fotos del cementerio, cosa rara porque odio fotografiar con el móvil, y allí mismo me paré a reflexionar cuántas historias no han quedado silenciadas por la muerte y el inexorable paso del tiempo. Grandes personas y personajes, también malos porque en todos sitios cuecen habas. Pero de esa gente no voy a gastar teclado en referirme, aunque supongo que de sus vidas se podrá también obtener una enseñanza.
Paseando por el cementerio, cosa que yo recomiendo mucho porque así como es un cementerio es la historia de su municipio, veo nichos con fotos o nombres de muchas personas que desde sus manera y hacer, posición social y laboral hicieron mucho por este pueblo. Gentes que a lo mejor uno ni conoció en vida y que la fecha de su óbito es muy anterior a la del nacimiento de quien lee esto y del propio servidor pero que su obra o su fama nos ha llegado a nuestros días. Gentes otras anónimas en nichos vacíos y olvidados que a lo mejor tuvieron vidas fascinantes y que hoy gritan ser contadas. Siempre me da mucha lastima esos nichos olvidados y sin flores. Como que ya no hay nadie quién recuerde a ese difunto. El doctor Fernando Jiménez del Oso siempre decía que una de sus pasiones era caminar por los cementerios. Porque trasmitían historias desde los sonidos de la muerte. Hoy en día el necro turismo es una actividad en alza porque los cementerios son lugares a visitar por lo rico y variado de su arquitectura y tumbas. Pero al final quienes enriquecen las necrópolis son sus difuntos, sus nichos y panteones. Sus epitafios y su siempre carácter misterioso, triste y melancólico. Yo al igual que Jiménez del Oso tengo cierta fascinación por los cementerios y observarlo todo.
El camposanto de San Francisco de Asís en La Orotava, no me voy a tirar ahora el rollito por quedar culto de dar datos históricos porque tal vez nos aburra y no viene a cuento, no es un cementerio grande en comparación con otros de capitales de provincia o municipios por ejemplo peninsulares. Pero sí tiene una rica historia que contar. Y uno, en el silencio respetuoso de caminar por sus pasillos, leer nombres pararse en un nicho, etc es como historias que me trasmiten. Como una voz que te llama y te dice “tengo historia”. Cada persona que lea esto pues sabe las historias de las almas que allí yacen. La de familiares y amigos que ya no están físicamente entre nosotros, pues las personas nunca mueren mientras las llevemos en el corazón. Les ponemos flores en esa tradición de enrame que se pierde en la noche de los tiempos. Le limpiamos sus sepulturas y tumbas y les rezamos pidiendo algo o simplemente comentando cómo nos va todo. Porque en nuestro interior los tenemos como seres queridos que allí residen.
Otras veces paseando repentinamente me encuentro una lápida con alguien fallecido que desconocía su deceso. Me pasó hace unos meses con un señor de la zona alta de la Villa que conocía y lo reconocí por la foto. Y uno reflexiona esa obviedad de que aquí no se queda nadie y con esa sensación de que cada vez que hablas con una persona puede ser la última vez que lo haga.
Comprendo y respeto que haya gente que no le sea agradable visitar los cementerios. Tal vez yo lo vea de otra manera porque me educaron en un fuerte respeto hacia las almas difuntas. Los que me conocen saben que soy de los últimos, o eso creo pues no sé a ciencia cierta cuántas personas quedaran, que en La Orotava aun hace a principios de Noviembre el Rito de Animas. Aparte de que cuando muere un conocido realizo por su alma el Oficio de Difuntos. Ya ese tema se pierde en nuestro folclore más arraigado y son cosas que para algunos tiene carácter antropológico y para otros es una verdadera tontería. Yo no lo hago por obligación, pero me gusta mantener las costumbres y de tener enramado el nicho durante todo el año. Y como he dicho tener ese ritual de visitas al cementerio es algo que me da cierta paz y emocionado recuerdo hacia los que no están.
Podía haber publicado este escrito allá a principio de Noviembre por las festividad de Todos los Santos y Fieles Difuntos. Hubiera quedado bien, pero creo que a los muertos hay que recordarlos todo el año. Vivimos en un país cada vez más desarraigado de sus tradiciones y creo que nunca debemos olvidar a la gente fallecida, lo que fueron y sus historias para bien o para mal. Cierto es que por estas fechas donde ya la Villa huele a fiestas uno recuerda a los que ya no están. Igual pasa en otros momentos del año como Semana Santa y Navidad. Porque se hace más latente el hecho de echar de menos a los seres queridos y amistades fallecidos. Personalmente me gustaría conocer las historias de todos los enterrados en La Orotava, cosa casi imposible, pues creo que sería fascinante. Y me encantaría trascribirlas aquí porque al final lo que hoy somos se lo debemos al esfuerzo de lo que ellos fueron. Tiempos de bonanza, pero también tiempos de hambre. De esfuerzos hoy inimaginables y durezas de la vida de antaño. Siglos de paz, pero igualmente de guerras. De roturar la tierra para comer, de construir los primeros asentamientos y de forjar un municipio desde todos los escalafones sociales. Grandes villanos, pero también en su mayoría grandes villeros. Son en los cementerios donde se condensan todas esas vivencias hoy transformadas en polvo y huesos. El otro día cuando realicé estas fotos, algunas otras publicadas en redes sociales, me fui con la sensación de que tenía que realizar al menos este escrito por los que allí están. Porque encima no llevaba ninguna idea preconcebida sobre ello. Fue viniendo de visitar el nicho de un gran amigo y villero cuando algo me llevó a sacar el móvil y hacer fotos. Como una corazonada.
Desde 100 x 100 villeros de La Orotava hoy quiero recordar a todos los villeros que ya no están y que formaron parte de nuestro Municipio en estos últimos 511 años. Que los cementerios, sean del lugar que sean, jamás caigan en el olvido y menos las historias de quienes los habitan. Sea este mi humilde recuerdo para todos nuestros difuntos, conocidos y anónimos, que pueblan nuestro cementerio. Muchas veces nombramos a los de siempre. No por interés o por omisión sino porque son las personas que conocíamos por proximidad geográfica. Pero La Orotava es un municipio extenso y en todos los barrios hay gente ya fallecida que tuvieron historias fascinantes.
Si al final allí nos vamos a ver todos o casi todos y vivir en silenciosa vecindad.

© 2017 Francisco García.
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Primera edición del texto: Mayo de 2017.
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