La semana pasada estuve por el
cementerio a enramar en mi nicho y es costumbre siempre seguir cierto ritual de
visitar los distintos lugares donde están enterradas personas que he conocido a
lo largo de mi vida. Suelo hacerlo en una especie de pequeño homenaje y
recuerdo para ellos. Y me dio por hacer algunas fotos del cementerio, cosa rara
porque odio fotografiar con el móvil, y allí mismo me paré a reflexionar cuántas
historias no han quedado silenciadas por la muerte y el inexorable paso del
tiempo. Grandes personas y personajes, también malos porque en todos sitios
cuecen habas. Pero de esa gente no voy a gastar teclado en referirme, aunque
supongo que de sus vidas se podrá también obtener una enseñanza.
Paseando por el cementerio, cosa
que yo recomiendo mucho porque así como es un cementerio es la historia de su
municipio, veo nichos con fotos o nombres de muchas personas que desde sus
manera y hacer, posición social y laboral hicieron mucho por este pueblo.
Gentes que a lo mejor uno ni conoció en vida y que la fecha de su óbito es muy
anterior a la del nacimiento de quien lee esto y del propio servidor pero que
su obra o su fama nos ha llegado a nuestros días. Gentes otras anónimas en
nichos vacíos y olvidados que a lo mejor tuvieron vidas fascinantes y que hoy
gritan ser contadas. Siempre me da mucha lastima esos nichos olvidados y sin
flores. Como que ya no hay nadie quién recuerde a ese difunto. El doctor
Fernando Jiménez del Oso siempre decía que una de sus pasiones era caminar por
los cementerios. Porque trasmitían historias desde los sonidos de la muerte.
Hoy en día el necro turismo es una actividad en alza porque los cementerios son
lugares a visitar por lo rico y variado de su arquitectura y tumbas. Pero al
final quienes enriquecen las necrópolis son sus difuntos, sus nichos y
panteones. Sus epitafios y su siempre carácter misterioso, triste y melancólico.
Yo al igual que Jiménez del Oso tengo cierta fascinación por los cementerios y
observarlo todo.
El camposanto de San Francisco de
Asís en La Orotava, no me voy a tirar ahora el rollito por quedar culto de dar
datos históricos porque tal vez nos aburra y no viene a cuento, no es un
cementerio grande en comparación con otros de capitales de provincia o
municipios por ejemplo peninsulares. Pero sí tiene una rica historia que
contar. Y uno, en el silencio respetuoso de caminar por sus pasillos, leer
nombres pararse en un nicho, etc es como historias que me trasmiten. Como una
voz que te llama y te dice “tengo historia”. Cada persona que lea esto pues
sabe las historias de las almas que allí yacen. La de familiares y amigos que
ya no están físicamente entre nosotros, pues las personas nunca mueren mientras
las llevemos en el corazón. Les ponemos flores en esa tradición de enrame que
se pierde en la noche de los tiempos. Le limpiamos sus sepulturas y tumbas y
les rezamos pidiendo algo o simplemente comentando cómo nos va todo. Porque en
nuestro interior los tenemos como seres queridos que allí residen.
Otras veces paseando
repentinamente me encuentro una lápida con alguien fallecido que desconocía su
deceso. Me pasó hace unos meses con un señor de la zona alta de la Villa que
conocía y lo reconocí por la foto. Y uno reflexiona esa obviedad de que aquí no
se queda nadie y con esa sensación de que cada vez que hablas con una persona
puede ser la última vez que lo haga.
Comprendo y respeto que haya
gente que no le sea agradable visitar los cementerios. Tal vez yo lo vea de
otra manera porque me educaron en un fuerte respeto hacia las almas difuntas. Los
que me conocen saben que soy de los últimos, o eso creo pues no sé a ciencia
cierta cuántas personas quedaran, que en La Orotava aun hace a principios de
Noviembre el Rito de Animas. Aparte de que cuando muere un conocido realizo por
su alma el Oficio de Difuntos. Ya ese tema se pierde en nuestro folclore más
arraigado y son cosas que para algunos tiene carácter antropológico y para
otros es una verdadera tontería. Yo no lo hago por obligación, pero me gusta
mantener las costumbres y de tener enramado el nicho durante todo el año. Y
como he dicho tener ese ritual de visitas al cementerio es algo que me da
cierta paz y emocionado recuerdo hacia los que no están.
Podía haber publicado este
escrito allá a principio de Noviembre por las festividad de Todos los Santos y
Fieles Difuntos. Hubiera quedado bien, pero creo que a los muertos hay que
recordarlos todo el año. Vivimos en un país cada vez más desarraigado de sus
tradiciones y creo que nunca debemos olvidar a la gente fallecida, lo que
fueron y sus historias para bien o para mal. Cierto es que por estas fechas
donde ya la Villa huele a fiestas uno recuerda a los que ya no están. Igual
pasa en otros momentos del año como Semana Santa y Navidad. Porque se hace más
latente el hecho de echar de menos a los seres queridos y amistades fallecidos.
Personalmente me gustaría conocer las historias de todos los enterrados en La Orotava,
cosa casi imposible, pues creo que sería fascinante. Y me encantaría
trascribirlas aquí porque al final lo que hoy somos se lo debemos al esfuerzo
de lo que ellos fueron. Tiempos de bonanza, pero también tiempos de hambre. De
esfuerzos hoy inimaginables y durezas de la vida de antaño. Siglos de paz, pero
igualmente de guerras. De roturar la tierra para comer, de construir los
primeros asentamientos y de forjar un municipio desde todos los escalafones
sociales. Grandes villanos, pero también en su mayoría grandes villeros. Son en
los cementerios donde se condensan todas esas vivencias hoy transformadas en
polvo y huesos. El otro día cuando realicé estas fotos, algunas otras
publicadas en redes sociales, me fui con la sensación de que tenía que realizar
al menos este escrito por los que allí están. Porque encima no llevaba ninguna
idea preconcebida sobre ello. Fue viniendo de visitar el nicho de un gran amigo
y villero cuando algo me llevó a sacar el móvil y hacer fotos. Como una
corazonada.
Desde 100 x 100 villeros de La
Orotava hoy quiero recordar a todos los villeros que ya no están y que formaron
parte de nuestro Municipio en estos últimos 511 años. Que los cementerios, sean
del lugar que sean, jamás caigan en el olvido y menos las historias de quienes
los habitan. Sea este mi humilde recuerdo para todos nuestros difuntos,
conocidos y anónimos, que pueblan nuestro cementerio. Muchas veces nombramos a
los de siempre. No por interés o por omisión sino porque son las personas que conocíamos
por proximidad geográfica. Pero La Orotava es un municipio extenso y en todos
los barrios hay gente ya fallecida que tuvieron historias fascinantes.
Si al final allí nos vamos a ver
todos o casi todos y vivir en silenciosa vecindad.
© 2017 Francisco García.
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Primera edición del texto: Mayo
de 2017.
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