La histórica Villa aparece velada como una novicia bajo tocas de
castidad. Recatando sus gracias, cuidadosa de sus bellezas, esquiva a las
miradas profanadoras, desperezase lentamente, con dejos de voluptuoso embelesamiento,
como una doncella que soñara en sus múltiples encantos de mujer.
El cielo, apagado, sereno, cae sobre los grandes torreones y las copas
de las palmeras como inmenso palio mantenido por centenares de columnatas. El
Teide asoma a ratos su mole gigante, tornando a esconderse en las alturas como
un dios en las regiones del misterio. El agua entona en las acequias una
canción de vida y fecundidad. Las campanas llaman a misa, y por las calles
desiertas y sombrías, bandos de palomas revuelan de tejado en tejado o se posan
en los balcones, entre las macetas. Más tarde nuevos humores turban la paz de
la noble Villa. De los campos acuden centenares de campesinas, muchachas
madrugadoras, con blancos pañuelos en la cabeza y grandes cestos de fruta bajo
el brazo, y, detrás de las madres, niños de andar torpe, arrastrando los
zapatos nuevos.
Junto a los portales, mientras ordeñan las vacas los gañanes, pequeños
becerrillos retozan en las aceras, y oyese el repicar de las esquilas llamando
a las criadas, que salen con sus cántaros.
Después, la gente del pueblo que camina presurosa en dirección a la
Iglesia; señoras enlutadas de andar reposado y solemne, y damiselas risueñas,
vaporosas, adorables, con velos de comunión prendidos con azahares.
No menos interesante resulta el aspecto urbano de la Villa, con sus
calles empinadas y sinuosas, sus edificios de extraña arquitectura, erizados de
torreones, sus balcones tallados, sus escudos de piedra pregonando el lustre y
esplendor de antiguos blasones, sus patios llenos de verdor y de frescura, sus
muros cubiertos de yedra, y sus tupidas enredaderas con flecos de blancas y
azules campanillas... Y rodeando el caserío hidalgo, huertas de plátanos con
orlas de retamas y geranios que van a perderse en las montañas vecinas o en las
orillas del mar, allá en la lejanía. Contemplando el Valle famoso se comprende
la unción espiritual y la exaltación poética de cuantos la han cantado
y bendecido.
“Voici ce qu'il y a de plus
delicieux mau monde” (esto es lo más delicioso del mundo), decía
Humboldt. Otro viajero ilustre, el abate Ledrú, que visitó también
este Valle en los primeros años del siglo XIX, se expresaba en esta
forma:
"Si tuviese que abandonar los lugares que me han visto hacer y
buscar
otra patria sería a las Islas Afortunadas, sería a La Orotava donde iría
a terminar mi carrera''.
Y Berthelot añadía:
"Yo he realizado el pensamiento del abate y me hallo bien”.
De su libro ''Tenerife .
Leoncio Rodríguez
Agosto de 1926.
La aristocracia de los pueblos más consistente, más recia y poderosa,
más noble, por decirlo así, que la de las individualidades adquiere, por razón
de su propio prestigio, un carácter peculiar que hace destacar singularmente su
personalidad.
Es indudable que, si el individuo encerrado en la fuerte expresión de
su nobleza da y cobra prestancia con sus obras, con sus hechos, y muestra en la
recia contextura de sus convencionalismos, en la pureza con que procura
entronques genuinos que sean representativos de su nombre, un exclusivismo verdaderamente
atávico; los pueblos, compendios de obras hechos y caracteres mantienen de
mejor manera, más airosamente, todo ese sentimiento espiritual que es su más
noble blasón y su más limpia ejecutoria.
A nuestros ojos todo lo que signifique leyenda, todo lo extraordinario,
todo lo que se salga de lo corriente, de lo vulgar, de lo cotidiano, adquiere,
por espejismo sentimental, una visión que nos atrae, nos emociona, nos cautiva.
Aquella venerable personalidad de título sonoro, de timbre preclaro, de
clara estirpe; aquella hidalga condición cuyo abolengo tuvo por cuna la oxidada
armadura histórica; aquella obra, aquel gesto soberbio del antepasado de
esforzada y valerosa alma; aquella tizona, reliquia sagrada, de cóncavo tazón
que sirvió hoy -en el pretérito- de defensa al burlado en gesta justiciera, o
mañana —siempre en el pretéritomal dirigida, mal empleada dirimió querella con
atropello, con injusticia manifiesta; hoy,— presente efectivo, futuro en
embrión —velada por las dulces nieblas de la leyenda, envuelta en el humo brujo
de la historia, cobra con fuerza del actual decaimiento espiritual, -con la
vulgaridad de nuestra existencia exenta de gestos de belleza— belleza
sentimental, añoranza, recuerdo dé lo qué pasó para hoy y para mañana un poder
representativo verdaderamente extraordinario.
El alma de los pueblos que es esencia compuesta de la sutil
espiritualidad que va fluyendo lenta y reposadamente de sus individuos, es
también, conjuntamente, monumento, calle, plaza, patio, jardín, palacio, escudo
de piedra labrada, quietud solemne silencio conventual y evocador, hecho
histórico, costumbre bella, hidalguía, hospitalidad...
De la suma de estos valores considerados y sostenidos a través de los
años en toda su exaltación, nace y queda flotando como airosa cimera, como rico
florón de cualidades, la tradición prestigiosa.
Y por ello, los individuos y, por analogía, los pueblos qué sin perder
el ritmo de su época, de su siglo, saben mantener incólume, por entre el
tráfago materialista, por entre la tendencia de practicismo absorbente, el
tesoro de su personalidad, de su carácter, tienen su alma templada para el esfuerzo,
para el sacrificio, para el ideal bello, para continuar la tradición, para el gesto
romántico.
La Villa dé La Orotava evoca un pasado de nobleza; tiene todo el
expresivo carácter de los pueblos con personalidad y representa, en la vida
insular, esa alma que la tradición forjó y que hoy se mantiene lozana y fuerte,
segura de sí misma.
D. Molina Albertos
Agosto de 1926
¿Y qué más puede servidor añadir
a estas palabras?
Esta es una nueva publicación en
base a lo extraído de la revista Hespérides de su número de Agosto de 1926. La
he titulado “A los pueblos los forman su gente” pues creo que podría ser a su
vez el titulo a los dos artículos publicados hace casi 93 años por Leoncio Rodríguez
y D. Molina Albertos en dicha revista.
Quiero empezar mencionado el gran
y fino verbo utilizado en la redacción de ambos artículos. Hoy en día cuesta mucho
encontrar articulistas y columnistas de tan amable escritura para el lector.
Sana envidia tengo de yo no poder escribir así sobre nuestro pueblo. Pero cada
persona tiene sus fuertes y el mío, si es que tengo alguno que lo dudo, no es
precisamente el noble arte de la escritura.
Traigo a colación estos dos
artículos pues creo que todo pueblo tiene sus propias peculiaridades e idiosincrasia.
Pero tales actitudes adjetivadas a cualquier municipio vienen dadas por sus
habitantes. Si un municipio lo forman gente de mal vivir será un municipio de
mal vivir. En cambio, si lo forman gente culta será un municipio culto. Tenemos
la suerte de que La Orotava nació en pleno apogeo del Renacimiento. Y eso, al
igual que La Laguna, imprimió carácter. Imprimió un ideal de concepto municipal
que no distinguió a ricos ni a pobres sino que ha sido un conjunto de ideas que
ha caminado de generación en generación. Muy bien lo definen los dos escritores
en sus opiniones sobre la Villa. Sus gentes, sus clases populares, sus estirpes
y blasones, sus casonas y sus casas terreras, su Fe y costumbres… aquello que
ha formado el ADN villero a lo largo de los siglos.
Podemos leer estos artículos en
nuestra máxima exaltación de sentimientos villeros. Podemos inflamar en
nuestros corazones las más altas pasiones patrias evocando la grandeza de la nobleza
y lealtad de este pueblo. Sentirnos orgullosos de lo que somos en todo alto
entusiasmo… Pero no nos equivoquemos ni que nos induzcan a pensamientos
erróneos. No podemos cosificar el sentimiento a querer reducirlo y atomizarlo
en hechos concretos de un Corpus o una Romería. Eso son sentimientos puros pero
que no representan solo ellos lo que es La Orotava. Y si caemos en esa trampa
nos encontraremos en un ambiente osco, oscuro incluso yo diría que ofuscado
ante otras cosas que forman toda la cosmogonía villera.
Por eso cuando un pueblo tiene el
orgullo de sus gentes y de su historia, cuando es fuerte en sus sentimientos y gallardo
contra todo aquello que quiera manchar y ensuciar el nombre de su municipio, es
un pueblo fuerte y digno de ser respetado. Pero cuando una población cae en la
molicie, en el abatimiento y en el conformismo de que todo está bien, es un
pueblo que mientras le dan palmaditas en el hombro lo patean en el trasero.
Porque los pueblos fuertes y orgullosos, conservacionistas de sus mejores
virtudes y que desechan todo aquello que significa perdida de identidad.
Habitantes que velan silentes, pero firmes, por aquellos nobles ideales que los
definen son pueblos que perviven a lo largo del tiempo.
No tenemos sino que leer estos
dos artículos, de forma directa y entre líneas, para comprobar que aquella
sociedad villera de 1926 era una sociedad orgullosa de La Orotava. Con sus
estratos sociales que eran muchos. Con desigualdades, que las hubo, y siguen
existiendo. Con privilegiados y soñadores. Con damas y señoritas. Con
terratenientes y labradores… pero todos con un mismo sentimiento. Por eso La
Orotava no cayó en muchas trampas como sí lo hicieron otros. Por eso mantiene
unas peculiaridades que la hacen única aun a día de hoy. Porque si nacemos de
una misma matriz que por ejemplo La Laguna nada le debemos envidiar. Ellos son
La laguna, nosotros La Orotava. Ello son la capital de Tenerife, pese al
latrocinio chicharrero, y nosotros somos la capital del norte de la isla.
Siempre lo digo. Para hablar de La Orotava, para bien o mal, hay que conocerla.
Hay que conocer el alma del Casco y el alma de sus barrios. Conocer su cultura,
que es muy rica y extensa. Hay que conocer a su refinada sociedad y con la
misma mano que hoy brindas en fina copa mañana ensuciártela en nuestros campos.
Hay que saber que no es lo mismo aquí que allí, ni allí que aquí. Hay que
comprender que en esta gran extensión territorial que forma nuestro pueblo no
podemos cosificar todo a un pensamiento único ni creer que todo es igual en
todo lugar. Pero allá donde se esté, siempre con el inmenso orgullo de ser villeros.
Una vez me dijo un chicharrero que La Orotava solo tenia tres virtudes: Sus
Alfombras, Romería y agua. Tres grandes virtudes indudablemente. Pero si nos
quedamos con eso significaría algo muy corto. Y esto creo que era el
pensamiento y forma de vida en aquel lejano 1926 heredado de un sentimiento y
pensamiento de tiempos aun más pretéritos. Un sentimiento espiritual que ha ido
concatenándose de generación en generación.
Ya son más de 450 publicaciones
en este blog y saben lo qué pienso de muchas cosas. Y uno de los pesares que
más he expresado es el hecho de notar que los engranajes en la correa de
trasmisión de valores se han debilitado. Sobre todo, en la generación de
finales del siglo XX y la de este siglo. Pero igualmente he de reconocer que la
juventud villera es una juventud que aun conserva mucha sustancia. Estamos ante
una generación con cierta tendencia rupturista. Ellos han tamizado más ciertas
cosas, sobre todo actitudes. Hemos de ser conscientes que estamos ante una
generacion que son punto de inflexión respecto a las anteriores. Que muchas
cosas han cambiado, para bien y mal, en un proceso sin punto de retorno. Pero
generaciones nuevas y añejas deben de asumir el compromiso de que hay una
tierra, una tradición y todo un conjunto de cosas que son las que nos definen y
debemos protegerlas y conservarlas.
Obviamente siempre vemos casos
que uno dice ¿y esta gente es de La Orotava? Porque si yo fuera aquí a relatar
lo que veo no se lo creerían. Porque observo hechos y actitudes que me producen
asco. Y cuando un pueblo flaquea, las flores perecen para nacer los cardos. De verdad se los digo. Ser de La Orotava no es
ponerse un traje de mago, ni ver unas Alfombras, ni ir a una procesión.
Indudablemente eso es parte de la tradición. Este blog en su línea editorial es
fiel a la alianza con la tradición. Pero La Orotava es un cosmos mayor. Y hay
que comprender, yo el primero, que hay muchísimas cosas y personas que forman
este municipio. No podemos quedarnos con tantos miles de habitantes dentro de tantos
kilómetros cuadrados. No podemos limitarnos a tanto presupuesto anual. Ni con
tantas inversiones o infraestructuras. A los pueblos no los hace grandes su
poderío económico, industrial o militar. No lo hace grande su arquitectura y
arte. No lo hace grande su Fe y tradiciones. Ni tan siquiera su costumbrismo. A
los pueblos los hace grande sus gentes. ¿De qué serviría grandes fiestas,
grandes templos de rica imaginería, vetustas y blasonadas casas señoriales,
plazas y jardines… si luego no hubiera gente que les diera su grandeza? Porque
si no hay actitud y un sentimiento proactivo todo sería inicuo. No hay que caer
nunca en las sombras penumbrosas, ni en agradecimiento a quien debe cumplir una
labor y obligación, ni a dejarse llevar por el abatimiento del todo está bien
así. Porque entones ese pueblo tendrá inoculado un virus que lo llevará a su
defunción. Pueblos sin palpito interior movidos como marionetas. Personalmente
me opongo a que nuestra Patria, grande y chica, tierra de nuestros ancestros y
de nuestros herederos se convierta en un simple terruño sin legitimidad
histórica.
Así lo veo yo, pese a que no soy
ejemplo de nada. Leo y releo estos dos artículos y siento que hemos perdido
algo. No sé cómo definirlo ni creo que pudiera. Pero opino que Leoncio Rodríguez
y D. Molina Albertos precisaron muy bien la piedra angular, en forma sentimental,
en la que ha de bascularse La Orotava. Los tiempos cambian y no podemos
quedarnos anclados en el pasado. La orografía, los habitantes, modelos de
familia y vida están en continuo proceso de transformación y estamos en la
libertad de aceptarlas o no, respetando a los demás. Muchas cosas cambian, para
bien o mal, pero hay que conservar ciertos valores como algo patrimonial a nivel
de sentimientos. Yo no puedo decir que esté libre de pecado y tiré esa piedra
purista creyéndome que estoy por encima del bien y del mal. Pero he querido
recordar estos dos artículos en este comienzo de año que podría ser una
extensión del articulo publicado el 2 de enero de 2018 titulado “El inexorable
paso del Tiempo”: https://100x100villerosdelaorotava.blogspot.com/2018/01/el-inexorable-paso-del-tiempo.html
Seguiré extrayendo todo el
material que pueda del numero de Agosto de 1926 de Hespérides e intentar hacer
una valoración personal. Repito, personal, pues no me creo dueño, ni lo ansío,
de la verdad absoluta. Y en este tema hay tantas opiniones como habitantes
tiene el pueblo. Todas muy respetables y dignas de ser escuchadas.
Un saludo para todos/as.
© 2019 Francisco García.
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previa y por escrito del titular del Copyright.
Todos los derechos reservados a
favor de © Francisco García.
Primera edición del texto: Enero
de 2019.
© Del documento, los autores.
© Leoncio Rodríguez.
© D. Molina Albertos.
Digitalización realizada por la ULPGC.
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Ignoro lugar, historia, fecha y autor de la imagen. Son de estas fotos que van circulando por la Red. Pero me ha parecido muy buena imagen que ilustra bien que el alma, carácter e identidad de los pueblos lo dan sus habitantes. |