Un Pueblo para su Gente y una Gente para su Pueblo. La Villa de La Orotava es más que un sentimiento. Blog siempre en aguerrida libertad.

lunes, 29 de enero de 2018

Días de lluvia.

He tenido la mañana libre y salí a dar un paseo por La Orotava. La Villa es encantadora cuando llueve. Pasear por sus calles bajo la lluvia o tras la lluvia es otra forma de ver el pueblo. Ese casco histórico siempre tan dado a mimetizarse con el entorno de cada época del año.
Es día de poca afluencia de gente por las calles. Bien es cierto que aquí no sabemos lo que es llover y con cuatro gotas ya creemos que es un temporal. Siempre me ha hecho gracia esas personas que anhelan el calor del verano en estos meses. Mismas personas que luego se quejan de lo caro que están los productos que vienen de los campos. Si no llueve hay que tirar de agua de pozo. Y esa gratis no es. Dejemos que las estaciones sigan su curso que ya bastante manipuladas están por la mano del hombre. Aunque luego está el ignorante que señalando al cielo te saca la típica frase "las cosas de Dios solo el las sabe" refiriéndose a la lluvia. Bien me repatea la dichosa frase.  Ojalá no pare de llover. Solo en el momento de darle una tregua a los carnavaleros y tras ello que siga lloviendo prácticamente hasta mayo. Que bastante falta hace para limpiar el ambiente y refrescar nuestros árboles y vegetación. Siempre una lluvia contante pero no torrencial para evitar cualquier mal. Mucha falta les hace a nuestros sufridos agricultores y ganaderos. Ellos mejor que nadie sabe que están cayendo gotas de vida.
Me decía antes una amiga en Facebook “¡qué haces en la calle? Poniendo un emoji de frío. ¿Puede haber mejor cosa que esta? Comprendo que haya gente que no piense lo mismo si tienen que trabajar a pie de calle. Pero me apetecía en estas horas libres salir a pasear. Incluso este escrito lo pensé mientras caminaba e hice esta foto. No todo va ser siempre sol y buen tiempo. También que llueva. Que truene, aunque sé que no gusta. Que se formen los charcos, que corra el agua por el barranco de Araujo, que oigamos la lluvia caer en los sonidos del silencio. Y que el Teide se tiña de blanco cubierto de nieve.
La lluvia… tan necesaria para nosotros, aunque tan molesta es y sufra el desprecio de quienes no comprenden que es la vida. Al igual que el calor y el sol sí. Pero cada tiempo para una cosa y cada cosa para un tiempo.
Me despido, no tengo tiempo para escribir más, con “Lluvia”, poema de Federico García Lorca. Casualmente mientras publico esto ha empezado de nuevo a llover y las gotas saltarinas tocan mi ventana.
Muchacho estoy de poeta últimamente que no veas.


La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.
Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.
La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.
El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.
Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.
Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.
¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!
¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi
pecho con tus sonidos abres.
El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentágrama sin clave.
Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.
¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!

© 2017 Francisco García.
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Todos los derechos reservados a favor de © Francisco García.
Primera edición del texto: Enero de 2018.
© Paco García 2018.

La amiga Meyo Bautista me envió esta foto por Facebook. Es de esta tarde en el campo de fútbol de la Florida. Curiosa imagen que comparto en el blog. Muchas gracias Meyo. 


Campo de fútbol de la Florida.