miércoles, 26 de agosto de 2020

Impresiones de La Orotava.

Cuando desconocemos un pueblo casi siempre nos forjamos una imagen de él que, con frecuencia, dista mucho de la realidad. Y esta diferencia entre lo que es y lo que creemos que es, este vacío insatisfecho, es lo que llaman “duro choque con la realidad”, muerte de una ilusión, hundimiento del castillo alzado. Y como consecuencia de este choque, de esta muerte, de este hundimiento, sobreviene el desagrado que nos causa la vista del paisaje.
Y no, precisamente, por haber oído muchos elogios en su favor, pues todo lo que se pueda decir de un pueblo es pobre, ya que la pluma es impotente para plasmar con exactitud la visión de la naturaleza.

Sino que al crearnos in mente, la imagen, lo hacemos tomando por base aquellos elementos naturales que, por más de deleitarnos o conmovernos, han quedado con más raigambre asidos a la facultad retentiva del alma.

Y si estos elementos de comparación, si estos paisajes que consideramos como prototipos superan en belleza a los del pueblo desconocido, pero imaginado, la desilusión, con sus cireneos crespones envolverá asfixiándolo al pajarito azul que había hecho su nido en la cripta tibia del corazón.

Ha varios años estuve en La Orotava. Y la imagen que me formé de la Villa cobró animación. El pajarito azul se trocó en majestuosa águila caudal. Mis alforjas estaban llenas de tradición. Crucé sus calles. Ante el empinamiento de algunas, evoqué las cuestas de la vida. Y presentí, subiéndolas, la cara arrugada, con la pupila avizorante y los labios marchitos, tras los cerrados postigos.

¡Oh, como se hubiera derrumbado la ilusión, si hubiera visto la ventana abierta sirviendo de marco a un rostro femenil! ¡Como me hubiera lastimado la mirada curiosa que se clava en el viajero desconocido! ¡Como se hubiera disgustado la carita pueblerina profanando la leyenda que duerme silenciosa en el recogimiento de un vetusto edificio! ¿Aun cuando me hubiera sonreído?; sí. Porque esa sonrisa equivoca mataría la leyenda, mataría la tradición, mataría el pajarito azul.

Y cuando el sol, como un luis de oro encendido, con timidez de bañista ante el agua resbala lento por el azul etéreo del horizonte, tatuado en parte por los oros vencidos de la tarde agonizante, ponía con sus mortecinos rayos un reguero sangriento en las sendas en movimiento, que la lejanía tornaba dormida. Regresé a esta capital con la tristeza de abandonar tan encantadores paisajes.

Villa de La Orotava, prendida por milagro en la falda de la montaña entre la nieve dormida y la espuma inquieta, entre el aliento cálido y el rumor azul, entre el Volcán y el Mar, por el enjambre de emociones que me has regalado, con el labio mudo y la plegaria desenroscándose de mi corazón, te ofrendo, religiosamente, la rosa de mi admiración que he cortado de mi huerto intimo para prenderla en el ojal de tu grandeza sublime.

Pedro García Cabrera.
Publicado en la revista Hespérides el 26 de agosto de 1926.



Miren que he exprimido bien esta publicación de Hespérides de hace exactamente 94 años en publicaciones de artículos para el blog. Siempre lo afirmo, y no me cansaré nunca de repetirlo, el rico verbo con el que antes se redactaban los escritos periodísticos. Me corroe la sana envidia pues yo quisiera escribir con tan finas palabras. No es sino una muestra más del salto en el tiempo que todo lo cambia o modifica y la expresión escrita no es ajena a ello.

Hoy traigo este capítulo titulado “Impresiones de La Orotava”, decidí darle su titulo original a este escrito. Son las impresiones de Pedro García Cabrera sobre nuestro municipio cuando parte hacia Santa Cruz.

Confieso que es una lectura que a mí me provoca un choque de impresiones anímicas. Admito que no la comprendo en su totalidad. Desconozco si es que el autor entra en una catarsis mística transitando nuestras pinas calles o que redescubre una Villa solo visible para quién abre su mente y corazón. Pues aquello que consideraba pajarito azul entra en un estado metamórfico para transformarse en águila caudal desplegando sus alas en la máxima expresión de su poderío. Me es difícil descifrar el significado de sus palabras.

Dibujo de la zona de El Ratiño (La Perdoma).
Autor: M. Fernández.

Una cosa sí tengo clara y es la certeza de que nada ni nadie queda indiferente a La Orotava, y supongo que más en aquellos tiempos. Siempre digo que para descubrir la Villa no hacen falta horas, ni una jornada sino días. El descubrir esos múltiples microcosmos que forman toda la cosmogonía villera extendiéndose por los cuatro puntos cardinales. No es conocer el Casco, sus afueras, sus playas y montes y su telúrica Cañadas coronadas por el Teide. Ni tampoco conocer su tradición y fiestas. Una cosa es el conocer y otra muy distinta el saber. Es el poder ver en lo escondido y de escuchar en los sonidos del silencio. ¿Será capaz alguien de tal proeza espiritual? Por lo menos éste quien escribe no. La Orotava es un pueblo con sus encantos, embrujos y misterios arropados en nuestras calles, arquitecturas y parajes. Zonas con muchas leyendas de tradición oral y con legajos escritos que narran nuestra grandeza histórica. Casas que albergan tesoros de todo tipo en historias que se fusionan con el tiempo y se apagan lentamente en el recuerdo de sus moradores. De templos donde uno se aísla de todo para encontrase con la Divinidad. De senderos en plena naturaleza en donde aún resuenan ecos del pasado aderezados con leyendas. De parajes que algo tienen. Como una energía encerrada solo franqueable para quienes sepan entrar en simbiosis mística con la misma. Y sobre todo de personajes que la han conformado a lo largo de su existencia y que dejaron una impronta en forma de recuerdos, anécdotas o elementos materiales. Indudablemente quién no conoce La Orotava y la visita no lo deja indiferente.  Algo trastoca en su corazón y alma que le despierta un benigno sentimiento.

He detenido la redacción de este escrito y leo y releo las palabras transcritas y no logro exprimir al máximo el significado de las mismas. Creo que son palabras que han de leerse entre líneas para descubrir nuevas frases, nuevos sentimientos del autor que encriptó de manera escrita las emociones que le embargaban el corazón y el alma.

Ojalá que para propios y foráneos ese pajarito azul se transforme en águila descubriendo esa Orotava de leyendas, historia y tradición. Yo de momento voy a seguir leyendo estos textos que nos llegan del pasado para intentar traer más escritos y mejorar mis expresiones escritas.
Un saludo.


© Del documento, los autores.
Imagen: Revista Hespérides. Agosto de 1926.
Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria 2007.


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Todos los derechos reservados a favor de © Francisco García.
Primera edición del texto: Agosto de 2020.