Y no, precisamente, por
haber oído muchos elogios en su favor, pues todo lo que se pueda decir de un
pueblo es pobre, ya que la pluma es impotente para plasmar con exactitud la
visión de la naturaleza.
Sino que al crearnos in
mente, la imagen, lo hacemos tomando por base aquellos elementos naturales que,
por más de deleitarnos o conmovernos, han quedado con más raigambre asidos a la
facultad retentiva del alma.
Y si estos elementos de
comparación, si estos paisajes que consideramos como prototipos superan en
belleza a los del pueblo desconocido, pero imaginado, la desilusión, con sus
cireneos crespones envolverá asfixiándolo al pajarito azul que había hecho su
nido en la cripta tibia del corazón.
Ha varios años estuve en
La Orotava. Y la imagen que me formé de la Villa cobró animación. El pajarito
azul se trocó en majestuosa águila caudal. Mis alforjas estaban llenas de
tradición. Crucé sus calles. Ante el empinamiento de algunas, evoqué las
cuestas de la vida. Y presentí, subiéndolas, la cara arrugada, con la pupila
avizorante y los labios marchitos, tras los cerrados postigos.
¡Oh, como se hubiera
derrumbado la ilusión, si hubiera visto la ventana abierta sirviendo de marco a
un rostro femenil! ¡Como me hubiera lastimado la mirada curiosa que se clava en
el viajero desconocido! ¡Como se hubiera disgustado la carita pueblerina
profanando la leyenda que duerme silenciosa en el recogimiento de un vetusto
edificio! ¿Aun cuando me hubiera sonreído?; sí. Porque esa sonrisa equivoca mataría
la leyenda, mataría la tradición, mataría el pajarito azul.
Y cuando el sol, como un
luis de oro encendido, con timidez de bañista ante el agua resbala lento por el
azul etéreo del horizonte, tatuado en parte por los oros vencidos de la tarde
agonizante, ponía con sus mortecinos rayos un reguero sangriento en las sendas
en movimiento, que la lejanía tornaba dormida. Regresé a esta capital con la
tristeza de abandonar tan encantadores paisajes.
Villa de La Orotava,
prendida por milagro en la falda de la montaña entre la nieve dormida y la
espuma inquieta, entre el aliento cálido y el rumor azul, entre el Volcán y el
Mar, por el enjambre de emociones que me has regalado, con el labio mudo y la
plegaria desenroscándose de mi corazón, te ofrendo, religiosamente, la rosa de
mi admiración que he cortado de mi huerto intimo para prenderla en el ojal de
tu grandeza sublime.
Pedro García Cabrera.
Publicado en la revista Hespérides
el 26 de agosto de 1926.
Miren que he
exprimido bien esta publicación de Hespérides de hace exactamente 94 años en
publicaciones de artículos para el blog. Siempre lo afirmo, y no me cansaré
nunca de repetirlo, el rico verbo con el que antes se redactaban los escritos
periodísticos. Me corroe la sana envidia pues yo quisiera escribir con tan
finas palabras. No es sino una muestra más del salto en el tiempo que todo lo
cambia o modifica y la expresión escrita no es ajena a ello.
Hoy traigo este capítulo
titulado “Impresiones de La Orotava”, decidí darle su titulo original a este
escrito. Son las impresiones de Pedro García Cabrera sobre nuestro municipio
cuando parte hacia Santa Cruz.
Confieso que es una
lectura que a mí me provoca un choque de impresiones anímicas. Admito que no la
comprendo en su totalidad. Desconozco si es que el autor entra en una catarsis mística
transitando nuestras pinas calles o que redescubre una Villa solo visible para
quién abre su mente y corazón. Pues aquello que consideraba pajarito azul entra
en un estado metamórfico para transformarse en águila caudal desplegando sus
alas en la máxima expresión de su poderío. Me es difícil descifrar el
significado de sus palabras.
Dibujo de la zona de El Ratiño (La Perdoma). Autor: M. Fernández. |
Una cosa sí tengo clara
y es la certeza de que nada ni nadie queda indiferente a La Orotava, y supongo
que más en aquellos tiempos. Siempre digo que para descubrir la Villa no hacen
falta horas, ni una jornada sino días. El descubrir esos múltiples microcosmos
que forman toda la cosmogonía villera extendiéndose por los cuatro puntos cardinales.
No es conocer el Casco, sus afueras, sus playas y montes y su telúrica Cañadas
coronadas por el Teide. Ni tampoco conocer su tradición y fiestas. Una cosa es el conocer
y otra muy distinta el saber. Es el poder ver en lo escondido y de escuchar en los
sonidos del silencio. ¿Será capaz alguien de tal proeza espiritual? Por lo
menos éste quien escribe no. La Orotava es un pueblo con sus encantos, embrujos
y misterios arropados en nuestras calles, arquitecturas y parajes. Zonas con
muchas leyendas de tradición oral y con legajos escritos que narran nuestra
grandeza histórica. Casas que albergan tesoros de todo tipo en historias que se
fusionan con el tiempo y se apagan lentamente en el recuerdo de sus moradores.
De templos donde uno se aísla de todo para encontrase con la Divinidad. De
senderos en plena naturaleza en donde aún resuenan ecos del pasado aderezados
con leyendas. De parajes que algo tienen. Como una energía encerrada solo
franqueable para quienes sepan entrar en simbiosis mística con la misma. Y
sobre todo de personajes que la han conformado a lo largo de su existencia y
que dejaron una impronta en forma de recuerdos, anécdotas o elementos
materiales. Indudablemente quién no conoce La Orotava y la visita no lo deja
indiferente. Algo trastoca en su corazón
y alma que le despierta un benigno sentimiento.
He detenido la redacción
de este escrito y leo y releo las palabras transcritas y no logro exprimir al
máximo el significado de las mismas. Creo que son palabras que han de leerse
entre líneas para descubrir nuevas frases, nuevos sentimientos del autor que
encriptó de manera escrita las emociones que le embargaban el corazón y el
alma.
Ojalá que para propios y
foráneos ese pajarito azul se transforme en águila descubriendo esa Orotava de
leyendas, historia y tradición. Yo de momento voy a seguir leyendo estos textos
que nos llegan del pasado para intentar traer más escritos y mejorar mis
expresiones escritas.
Un saludo.
Un saludo.
© Del documento, los
autores.
Imagen: Revista Hespérides. Agosto de 1926.
Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria 2007.
Imagen: Revista Hespérides. Agosto de 1926.
Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria 2007.
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© 2020 Francisco García.
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Todos los derechos reservados a favor de © Francisco García.
Primera edición del texto: Agosto de 2020.