Me voy muy a tras en el tiempo. Mucho. Tanto que mis recuerdos se mezclan con la nostalgia de quiénes ya no están entre nosotros. Pero la vida sigue, unos van, otros vienen y el tiempo sigue su curso. Aquí no nos quedamos nadie.
Los que ya tenemos una edad y unos ideales que nos inmunizan frente a las injerencias extranjeras de no aceptar las modas que se nos imponen, sino la defensa de nuestras, nos acordamos de las velas mariposa típicas por estos días. Nunca supe el por qué ese nombre de “mariposa” pues nunca se me pareció con tan insecto. Recuerdo a mi abuela que al llegar la hora crepuscular iba a la cocina llenaba un plato hondo con aceite y empezaba a poner esas pequeñas velas que luego encendía y parecían pequeños luceros estáticos sobre un lago aceitoso. Cuando ya era un poco mayor empecé a asociarlas con la leyenda de Caronte cruzando el lago Estigia con las almas de los difuntos. Pero eso ya era un cacao mental debido a mis lecturas.
Recuerdo en aquellos distantes años que en mi casa el tema de estas festividades se llevaba a rajatabla. Se controlaba férreamente que no faltara de nada. Empezando por el cementerio que no faltara nunca una flor, esa sigue siendo costumbre durante todo el año, y un arreglo en los nichos familiares. Pero no quiero centrarme en el cementerio sino en lo que atañe al articulo de hoy. Creo que estas velas las compraba en los Molinas, pero no estoy seguro. Venían en tamaño pequeño o y otras un poco mayores. Conservo la caja, es la imagen que acompaña este escrito, donde tengo una de las grandes y las mechas, que no recuerdo si era las mismas para pequeñas y grandes. Creo que no. Su fabricación por lo que leo es italiana. Ignoro si aún se venderán los soportes que llevaban y las mariposas pequeñas. Las grandes sí que he visto que en Amazon las venden.
Para mí, repito, siendo de muy pequeña edad, aquel ritual que se hacia de velas, rezos, rosarios, visitas al cementerio, misas… Tenía, y aún tiene algo que me fascina. Toda aquella cultura tanatológica que tan propia era del acervo popular a nivel regional como nacional. Todo eso se me quedó en la memoria como algo que había que mantener no solo por la tradición sino por las almas difuntas. Por eso estos últimos nueve días he realizado en novenario de ánimas y esta noche, ayudado por breviarios antiguos de mi biblioteca personal rezaré el Oficio de Animas. Ya no puedo encender estas velitas sino las que vienen ahora de tubo plástico de color rojo o blanco. Que tremendo merchandising tienen con eso. Velas personalizadas, con Cristo, vírgenes, santos… Incluso con los años he ido añadiendo más. Familiares, Ánimas del Purgatorio, amistades y desde que se lo oí al ya fallecido párroco de la iglesia de San Juan Bautista don Pedro Jorge Benítez también por aquellas almas de las que ya nadie se acuerda de su nombre.
A mí se me quedó siempre el tema del plato de aceite y las velas flotando. Por eso guardo esta cajita como un recuerdo. No enciendo la grande por no estropearla y conservo estas pequeñas mechas.
Recuerdos de la niñez que hoy extrapolo al blog porque son cosas que a uno lo marcan en la tierna infancia y que incluso moldean esa parte del intelecto que dicen donde se almacenan las creencias y supersticiones. Creo que eso ha sido una profilaxis mental que ha hecho que no caiga en la molicie de despreciar lo nuestro para abrazar lo foráneo. Por eso yo ni Halloween ni esas cosas. Ya mi opinión en su día la escribí en este artículo. Una pena tremenda el no poder compartir mañana la misa de las 17:00 H en el cementerio, pero ahora estamos en otras luchas para vencer a esta parca en forma de virus que tanta gente se ha llevado injustamente antes de tiempo. Para ellos/as también habrá esta noche un recuerdo y por todas las almas de familiares y amigos difuntos de los lectores/as de este blog.
Son tiempos de recuerdos y nostalgias.
Saludos.
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