viernes, 6 de noviembre de 2020

Visitando lugares que me encantan.

Confieso que no soy una persona que rige su vida por los cánones que marca la Iglesia. Eso de días de precepto, misas solemnes, procesiones y demás es algo que en mi vida no lo quiero. Lo erradiqué hace mucho. Voy a misa cuando me place y me abstengo de muchísimas cosas de las actividades eclesiásticas. Y eso que vivimos en un pueblo donde el nacional catolicismo sigue vigente. Por aquí el Concilio Vaticano II ni ha pasado ni se le espera. Bien es verdad que tampoco interesa. No por ello significa que yo sea ateo, sino que soy una persona totalmente desengañada con la Iglesia y el clero. Y no me corto en expresarlo. Posiblemente yo hubiera sido un personaje de las novelas de Bruce Marshall ante mi actitud totalmente escéptica y defraudada. Se necesita una reforma muy profunda y un Concilio Vaticano III que marque el punto de inflexión, y de obligado cumplimiento, si la Iglesia quiere sobrevivir al siglo XXI o desaparecer. Soy partidario de muchas de las tesis del ex jesuita José María Castillo.

Pero siempre hay lugares y comunidades religiosas donde uno se siente como en casa. Y uno de esos lugares es la parroquia de Santo Domingo de Guzmán bajo la regencia de los paules. Esta afirmación no es nueva en el blog pues he escrito varios artículos referenciando dicho lugar. Para mí es un templo que rebosa paz y armonía en fuertes energías telúricas. Dicen que solemos volver donde hemos sido felices. En la parroquia de Santo Domingo de Guzmán feliz no sería la palabra, pero sí es un lugar que entre los sonidos de su silencio mi alma encuentra paz y mi energía vital se recarga.


Con todo este tema del Covid las iglesias han estado un tiempo cerradas y tras reabrirse han restringido sus horarios. Por lo cual hace meses, desde antes del confinamiento, que yo no entraba en Santo Domingo de Guzmán. Me pueden decir que ya hay misas. Sí claro que las hay. Pero opino que mi responsabilidad física ahora mismo es muy superior a mi responsabilidad espiritual. De mi alma me ocupo yo. Y bien es , y hay que recalcarlo, que todas las iglesias de la Villa están siendo ejemplares en cómo están gestionando todo este tema con una fuerte higiene y organización. Pero hay quienes por voluntad propia seguimos en un estado de semiconfinamiento. ¿Eso también es pecado?

Hace unas semanas la iglesia estaba abierta a mediodía e iba a entrar, pero en aquel momento estaba llegando una pareja de turistas y me abstuve de mi idea ya que no sabía si se podía entrar más allá de los umbrales de la iglesia y siempre incido en que debemos tener una amabilidad hacia el turismo. Porque nosotros tenemos esto todo el año y ellos tan vez no vuelvan más a La Orotava. Por tanto seguí mi camino y que ellos entraran. Antes de ayer que me volvía a encontrar en el pueblo en horario de mañana si pasé y no había nadie y me llegué hasta la puerta. Creo que estaban dando misa en la capilla donde se sitúa la virgen del Rosario porque de lejos divisé al padre Joaquín, si la vista no me falla, en ropas talares. Yo no estaba presentable para entrar. Venía de caminar y no me parecía correcto ir y sentarme. Pero me alegré mucho de poder pisar el suelo sagrado de esta parroquia tan querida y estar en su puerta unos minutos. Es un lugar que personalmente me recarga anímicamente.

Este escrito de hoy no estaba planificado, pero quería compartir con mis lectores/as esta pequeña gran alegría que tuve el miércoles y ojalá pronto pueda disfrutar de la misa de los sábados. Y vuelvo a reafirmarme en lo mismo. Son opciones personales que yo tomo de seguir confinado todo lo que pueda por responsabilidad. Las iglesias son lugares muy seguros para frecuentar. Lo vuelvo a repetir porque luego llega algún/a maledicente, no entre mis buenos lectores y lectoras, y pone en mi boca palabras que yo no he dicho. No solo que tienen la abyección de la difamación sino encima un problema de lectura comprensiva. Pero mis decisiones personales prevalecen porque solo me atañen a mí. Nos toca cargar con esta cruz de responsabilidad como sufriente Nazareno.

Ya volveré a pasar otro día que pueda para fundirme en sus energías al menos unos minutos. 

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Primera edición del texto: Noviembre de 2020.