Este escrito lo publiqué por vez primera en Diciembre del año 2014 y tras revisarlo y modificarlo ve la luz en el blog pues me trae buenos recuerdos.
En estas fechas que siempre nos retrotraen a la niñez quiero hoy dedicarle este escrito a una de esas personas que no siendo parte de mi entorno cercano, ni siquiera de La Orotava, sí que guardo un grato recuerdo. Esta persona no es otra que el difunto doctor don Aurelio Negrín, el cual ejerció so oficio en la especialidad de pediatría en la ciudad de San Cristóbal de la Laguna. Muchas generaciones de tinerfeños que ya pasan de una edad seguro que se acuerdan de él.
Yo creo que mis primeras visitas laguneras fueron a su consulta desde que tenía los primeros meses de vida. Aun hoy, pese a los años pasados, me acuerdo perfectamente de su consulta. Un lugar muy de la década de los 60 y 70. Su espaciosa sala de paredes color beige y madera con grandes sofás. Con su típica recepción y sus enfermeras vestidas a la época con aquellos tocados blancos en la cabeza. Si no recuerdo mal había dos. Una se llamaba Mari y era una mujer menuda con gafas. Muy simpática ella. La otra la recuerdo vagamente y creo que se llamaba Ana o Pilar. Pero no estoy seguro. De ahí te llevaban por un pasillo a la propiamente consulta de don Aurelio en una sala entrando a mano izquierda. Había otra sala al fondo blanca pero no recuerdo para qué era. ¿Tal vez era la sala para las vacunaciones?. Cuando entrabas en su despacho te encontrabas con aquel tipo jovial que todos llamaban don Aurelio y que estaba siempre mascando chicle. Ni que decir que un despacho a día de hoy, como toda la consulta en sí, con un ornato totalmente antiguo en madera oscura. Vintage como dicen hoy en día. Con aquella gran máquina de escribir, que uno en la ignorancia de su niñez si la oía funcionar mucho pensaba que le iban a mandar muchas medicinas. Ya no se oye el martilleo de las maquinas de escribir, pero cuando a veces lo oigo en una película o veo alguna de estas antiguas máquinas siempre me acuerdo de Negrín. Al igual que recuerdo la sala donde auscultaba, media y hacía la revisión. Una sala pequeña con una ventana a un patio interior. En ella había una camilla y un estante lleno de muñecos de Barrio Sésamo. Yo creo que conocí a los personajes de barrio Sésamo antes en la consulta de Negrín que en la propia televisión. De allí te pasaba a una sala contigua donde tenia el equipo radiológico que no me gustaba nada. Luego de nuevo a la mesa y en un afable silencio, siempre mascando chicle, empezaba a pulsar las ruidosas teclas de su máquina de escribir con el típico clink del salto de línea. Cuando acababa la consulta, aquel doctor que nunca parecía enfadado, se levantaba y en tono solemne iba a una vitrina y sacaba de un bote una piruleta que te entregaba como trofeo con un tono aún más solemne diciéndote hasta la próxima amiguito. Pórtate bien y tomate las medicinas. A lo que yo salía triplemente contento. Una porque me encantaba ir a ver los patos que estaban en una fuente cercana. Patos que hace unos años fueron noticia porque algún desaprensivo los envenenó. Los veía a la ida y a la vuelta. Y otra porque me llevaba mi piruleta. La verdad tengo esos bonitos recuerdos muy grabados en mi mente.
Pero ahí no acababa la consulta pues en los días posteriores se preocupaba personalmente de llamar por teléfono al domicilio de todos sus pacientes para saber su estado o cualquier complicación de la enfermedad o efectos de las medicinas prescritas. Una atención post consulta totalmente personalizada que aún a día de hoy no es frecuente, pero por suerte sí más extendida.
No he podido encontrar una foto de don Aurelio Negrín para acompañar este escrito. Pero bueno la imagen es lo de menos. Lo que cuenta es la intención. Negrín me pareció un gran pediatra y mejor persona. Falleció hará unos 17 años creo que con 73 años y la verdad que fue una pena porque era de esas personas entrañables que recuerdas de los primeros tiempos de nuestra existencia. Pero la vida es así y muchas veces la buena gente es la primera que se va. Ignoro si su antigua consulta está cerrada o se ha transformado en otro negocio o despacho. Tal vez prefiera seguir ignorándolo para no romper un buen recuerdo de la niñez. Y tampoco sé que habrá sido de las enfermeras que trabajaban con él.
Con estas humildes líneas sea hoy mi humilde tributo a don Aurelio Negrín. Fue uno de los primeros pediatras privados, con un gran reconocimiento, que hubo en la isla y porque cuando se llega a una edad donde parece que la nostalgia se apodera de uno siempre nos lleva a recordar a las grandes personas que hemos conocido en la vida. Y yo de Negrín guardo un gran recuerdo.
Allá donde esté seguro que anda ejerciendo la pediatría, profesión que por la forma de actuar se ve que era totalmente vocacional, mascando su incombustible chicle y haciendo sonar su maquina de escribir.
Gracias don Aurelio por todos esos buenos recuerdos de la infancia y por la gran dedicación y profesionalidad que tuvo con tantos niños y niñas tinerfeños.
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