Un Pueblo para su Gente y una Gente para su Pueblo. La Villa de La Orotava es más que un sentimiento. Blog siempre en aguerrida libertad.

sábado, 31 de octubre de 2020

Las velas mariposa en la festividad de Todos los Santos y Fieles Difuntos.

Me voy muy a tras en el tiempo. Mucho. Tanto que mis recuerdos se mezclan con la nostalgia de quiénes ya no están entre nosotros. Pero la vida sigue, unos van, otros vienen y el tiempo sigue su curso. Aquí no nos quedamos nadie.

Los que ya tenemos una edad y unos ideales que nos inmunizan frente a las injerencias extranjeras de no aceptar las modas que se nos imponen, sino la defensa de nuestras, nos acordamos de las velas mariposa típicas por estos días. Nunca supe el por qué ese nombre de “mariposa” pues nunca se me pareció con tan insecto. Recuerdo a mi abuela que al llegar la hora crepuscular iba a la cocina llenaba un plato hondo con aceite y empezaba a poner esas pequeñas velas que luego encendía y parecían pequeños luceros estáticos sobre un lago aceitoso. Cuando ya era un poco mayor empecé a asociarlas con la leyenda de Caronte cruzando el lago Estigia con las almas de los difuntos. Pero eso ya era un cacao mental debido a mis lecturas.

Recuerdo en aquellos distantes años que en mi casa el tema de estas festividades se llevaba a rajatabla. Se controlaba férreamente que no faltara de nada. Empezando por el cementerio que no faltara nunca una flor, esa sigue siendo costumbre durante todo el año, y un arreglo en los nichos familiares. Pero no quiero centrarme en el cementerio sino en lo que atañe al articulo de hoy. Creo que estas velas las compraba en los Molinas, pero no estoy seguro. Venían en tamaño pequeño o y otras un poco mayores. Conservo la caja, es la imagen que acompaña este escrito, donde tengo una de las grandes y las mechas, que no recuerdo si era las mismas para pequeñas y grandes. Creo que no. Su fabricación por lo que leo es italiana. Ignoro si aún se venderán los soportes que llevaban y las mariposas pequeñas. Las grandes sí que he visto que en Amazon las venden. 


Para mí, repito, siendo de muy pequeña edad, aquel ritual que se hacia de velas, rezos, rosarios, visitas al cementerio, misas… Tenía, y aún tiene algo que me fascina. Toda aquella cultura tanatológica que tan propia era del acervo popular a nivel regional como nacional. Todo eso se me quedó en la memoria como algo que había que mantener no solo por la tradición sino por las almas difuntas. Por eso estos últimos nueve días he realizado en novenario de ánimas y esta noche, ayudado por breviarios antiguos de mi biblioteca personal rezaré el Oficio de Animas. Ya no puedo encender estas velitas sino las que vienen ahora de tubo plástico de color rojo o blanco. Que tremendo merchandising tienen con eso. Velas personalizadas, con Cristo, vírgenes, santos… Incluso con los años he ido añadiendo más. Familiares, Ánimas del Purgatorio, amistades y desde que se lo oí al ya fallecido párroco de la iglesia de San Juan Bautista don Pedro Jorge Benítez también por aquellas almas de las que ya nadie se acuerda de su nombre.

A mí se me quedó siempre el tema del plato de aceite y las velas flotando. Por eso guardo esta cajita como un recuerdo. No enciendo la grande por no estropearla y conservo estas pequeñas mechas.

Recuerdos de la niñez que hoy extrapolo al blog porque son cosas que a uno lo marcan en la tierna infancia y que incluso moldean esa parte del intelecto que dicen donde se almacenan las creencias y supersticiones. Creo que eso ha sido una profilaxis mental que ha hecho que no caiga en la molicie de despreciar lo nuestro para abrazar lo foráneo. Por eso yo ni Halloween ni esas cosas. Ya mi opinión en su día la escribí en este artículo. Una pena tremenda el no poder compartir mañana la misa de las 17:00 H en el cementerio, pero ahora estamos en otras luchas para vencer a esta parca en forma de virus que tanta gente se ha llevado injustamente antes de tiempo. Para ellos/as también habrá esta noche un recuerdo y por todas las almas de familiares y amigos difuntos de los lectores/as de este blog.

Son tiempos de recuerdos y nostalgias.

Saludos.

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© 2020 Francisco García.
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Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la Ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de este texto por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático o cualquier otra forma de cesión del texto sin la autorización previa y por escrito del titular del Copyright. Recuerde que hacer una captura de pantalla es un método igualmente ilegal punible ante la Ley de Propiedad Intelectual. El desconocimiento de la Ley no exime de su cumplimiento.
Todos los derechos reservados a favor de © Francisco García.
Primera edición del texto: Octubre de 2020.

miércoles, 28 de octubre de 2020

Cuando fui a un duelo en un domicilio particular.

Esta semana estoy aprovechando en publicar algunos artículos dentro del contexto de estas calendas de la festividad de Fieles Difuntos y Todos los Santos y hoy les voy a relatar una vivencia personal acaecida hace años. Me tomo la licencia de omitir quién era el finado y el lugar por respeto a la familia.

Esto debió suceder allá por el año 2003/2004. Estaba unos días en el pueblo y falleció un familiar de un amigo. Me lo comunicaron a lo que respondí bueno nos vemos en el duelo donde Pedro Cruz. Pero me dan por repuesta, para mi sorpresa, que el duelo es en el domicilio del fallecido. Yo no sabía exactamente el lugar y fui con otras personas. Era uno de estos sitios bucólicos que aún quedan en la Villa en una casa antigua de labradores. Llegamos, saludé a la gente que estaba en el exterior y di el pésame a varios familiares. Hasta ahí todo bien. El choque brutal en mis ánimos fue al entrar, pues pareció que traspasé los umbrales hacia otra época. De pronto me veo en una sala casi en oscuridad. Solo alumbrada por una lampara antigua de tulipa esférica cerrada que daba una tenue luz y dos cirios grandes, no sé si los pondría la funeraria, una cruz y el féretro. Y toda aquella sala llena de mujeres enlutadas llorando como plañideras. Pero unos llantos terribles. Con aquel olor penetrante y fuerte característico de este tipo de viviendas. Aquellos cirios y luz tenue en el techo y venga a llorar las féminas. Percibí que de pronto del siglo XXI había saltado al XIX. Era como una especie de abstracción fúnebre propia de tiempos pretéritos. Total que me empecé a sentir mal. Parece que me estaban absorbiendo la energía y tuve que salir de aquella casa. Vi la luz del sol y parece que salía del mismísimo Hades. Pálido y temblando todo el cuerpo que me tuve que agarrar a la barandilla para no irme al suelo. Una de las personas que iba conmigo me preguntó si me había pasado algo y mi respuesta, por su puesto discreta ante el momento y situación, fue que aquello me había impresionado. Y no era tampoco la primera vez que iba a un duelo en un domicilio particular. Tampoco he ido a muchos en tales características porque lo normal es que este tipo de situaciones se pasen en recintos públicos habilitados para tal fin. 

Plañideras en un entierro. Durante siglos su presencia en duelos y funerales fue algo muy típico entre las clases más pudientes de la sociedad que les pagaban por ir a llorar al finado/a. Tras el Concilio Vaticano II estas practicas desaparecieron por la contrariedad que suscitaban. Imagen: https://www.covertalavera.com/firmas/pequenas-historias/entierro-con-planideras/
  

Después de eso no he estado en ningún duelo más en un domicilio y tras esa mala experiencia me pensaría mucho si asistir porque el impacto de aquellos cinco minutos dentro de esa casa es algo que en la vida olvidaré. Posiblemente aquellas mujeres enlutadas y compungidas fueran familia y el ambiente era ese. Sufrí una concatenación de hechos. Tal vez influenciado por la literatura gótica donde la muerte siempre es recurrente. Las salas con las cortinas cerradas y los espejos tapados. La luz tenue, los cirios. El ambiente luctuoso, la propia zona donde está esa casa…

Canarias siempre ha sido un lugar con mucha cultura de duelo. Y cada isla con sus tradiciones particulares. Una vez estaba oyendo en la radio a un divulgador de la cultura canaria hablando sobre estos temas y relató cómo era el duelo de la muerte de un niño pequeño. La mentalidad de aquella época del sincretismo entre región y supersticiones. Hay que ponerse en el contexto de aquellos años. Es que no lo voy ni a escribir por no tener esa carga mental.

Personalmente no soy partidario de los duelos. Cuando fallezca no quiero duelo. A mi que me lleven directo al cementerio. Y admito que me haría ilusión que me llevaran los Dancing Pallbearers, este grupo de Ghana que tan famoso se ha hecho en este tétrico año 2020. Imaginen subiendo la calle la Carrera… Y si el cura, el que sea y esté cuándo muera, si quiere echar un responso que me espere en el número 6 de la calle San Francisco. Ni por la iglesia quiero pasar. ¡Y gratis que es tu obligación como administrador de sacramentos! Opino que un duelo no debe ir más allá de ocho horas después de certificarse la muerte. Porque como una persona fallezca a tales horas en tal lugar el duelo que le espera a la familia es larguísimo en horas. No me gustan los duelos, pero soy consciente que hay que acompañar a la familia en ese duro trance. Por eso a los duelos voy a última hora y luego a la iglesia. O iba, porque con el Covid todo ha cambiado. Se me vino ahora a la mente a un señor que falleció hace algunos años que se llamaba Ramón. Vivía en el Ramal y siempre decía que hay que acompañar para ser acompañado. Lástima que no tenga foto de él porque ese señor iba a todos los entierros. Un personaje que bien merecería un escrito por el valor humano y etnográfico del mismo.  Dios lo tenga en la Gloria de tantas personas y familias que acompañó en eso siempre difíciles momentos.

Hoy les cuento esta anécdota, siempre dentro de mi mayor respeto al finado y su familia con la que con muchísimos miembros me une una gran amistad. Tal vez el escribirlo sea para mí como exorcizarme de la impresión que tuve en aquellos momentos. A lo mejor a día de hoy iría a otro duelo en mismo lugar y ambiente y tendría unas percepciones diametralmente opuestas. Pero tampoco tengo intención de averiguarlo. Deberíamos hacer como antaño. Ir al carpintero y que nos haga la caja a medida y tenerla en casa como se ve en las películas, sobre todo del Oeste, y en las de marineros. Estas ultimas con doble engrudo en las juntas por si el barco se va a pique no entre agua y la caja también se hunda. Yo es que soy un pragmático.

En fin, aquí lo dejo porque comprendo que puede haber lectores/as que este tema les cause desasosiego y más en estos días. Y mis lectores son igual de sagrados que lo inexorable de la Parca.

Saludos. 

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