Las bibliotecas públicas y particulares son pilares fundamentales para el acceso al conocimiento, la promoción de la cultura y el fortalecimiento de la educación en la sociedad. Estos templos culturales no sólo conservan la memoria escrita y el saber acumulado a lo largo de los siglos, sino que también actúan como motores de desarrollo y de cambio social. Quien mucho lee mucho sabe.
Las bibliotecas públicas son esenciales para garantizar la igualdad en el acceso a la información. Cualquier persona, independientemente de su situación económica o social, puede acceder a una gran extensión de libros, revistas, periódicos y recursos digitales. Estos últimos ya imprescindibles.
Por otro lado, las bibliotecas particulares también juegan un papel significativo, aunque su alcance suele ser más personal. Tener una biblioteca privada no sólo refleja el amor por la lectura y el conocimiento, sino que también fomenta el crecimiento intelectual y la reflexión. Espacios íntimos donde el individuo puede acceder a materiales seleccionados de acuerdo con sus propios intereses, permitiéndole profundizar en temas específicos a su ritmo y estilo. Para nosotros los bibliófilos y lectores son auténticos tesoros personales.
Tenemos igualmente la función de mantener estos lugares de cultura privados, buen espacio físico y económico que nos cuesta, en una civilización en ciernes de caída como es la Occidental. A fin de cuentas, somos gente peligrosa para el Sistema por el simple hecho de leer y reflexionar. Una tónica de todo totalitarismo, da igual de qué ideología, ha sido la quema masiva de libros.
Ambos tipos de bibliotecas son cruciales para preservar el conocimiento, fomentar la creatividad y apoyar el desarrollo de sociedades más justas, educadas y libres.
Debemos exigir con nuestra voz e impuestos la conservación de las bibliotecas públicas, pero igualmente la conservación de nuestras bibliotecas privadas. Que no ocurra como la destrucción de la Biblioteca de Sarajevo incendiada en 1992, en la guerra de Yugoslavia.
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