Hace poco el amigo Domingo Pérez
me cedía parte de su biblioteca personal y entre el centenar de libros que me
dejó se contaba “Evocaciones florideras” del profesor Jesús Hernández Martín
(1918-†2012). Da la paradoja de que este libro, al igual que “La Perdoma del
siglo XX” lo conocía por fotos puestas en las redes sociales, pero nunca lo
había leído. Me es imposible estar al tanto y leer todo lo que tengo pendiente
y las nuevas novedades literarias que mes tras mes se suman. Creo que la semana
pasada fueron publicadas otra novela ambientadas en La Orotava más otro
ensayo sobre la presencia franciscana en la Villa también de reciente
aparición. No me da la vida para leer tanto. Siempre digo lo mismo. Yo todo lo
que me llega de La Orotava más pronto que tarde lo leo. Y si me convence tiene
un escrito asegurado. Esto no va de hacer una promoción a tal o cual. Es
reconocer desde mi humilde opinión la valía de un ensayo, novela, artículo de
nuestro pueblo que yo creo que puede enriquecer traerlo aquí. Yo no soy de esos
que le regalan un libro y lo pone en la estantería. Si así fuera ya me hubiera
deshecho de mi biblioteca particular que son miles de volúmenes. Yo los libros
lo leo. Aunque a lo mejor tarde décadas en que lleguen a mis manos como estos
ensayos que he referenciado. La casualidad que los dos barrios, en mi opinión,
con más impulso social y económico en las últimas décadas como son La Florida y
La Perdoma tienen sendos libros. Me queda por leer el perdomero. Pero hoy no
toca hablar del barrio en nuestra parte oeste en los territorios de Higa sino
del barrio de La Florida.
Portada del magnifico libro "Evocaciones florideras" Dicha imagen pertenece a la casa donde don Jesús vivió sus primeros años. |
Este libro lo empecé a leer en
cuanto terminé el que tenía pendiente. Desde el principio me dije de aquí
saco yo un escrito seguro. Y así fue. No me defraudó. Sinceramente leer
Evocaciones Florideras es viajar en el tiempo por unas páginas escritas con
total maestría donde cada palabra se saborea de forma deleitosa. Palabras
engarzadas por parte de quien escribe desde el corazón y el alma. El libro nos
embarca a otra época, otra sociedad y costumbres de un barrio, una especie de
Mesopotamia como referencia el autor, que en aquellas décadas de los años 20 y
30 del siglo XX debía de ser un verdadero vergel donde la palabra bucólica
adquiría la máxima expresión de su significado. Un lugar donde el hombre y la
naturaleza vivían en plena simbiosis.
Don Jesús Hernández Martín hace un
recorrido por los senderos del tiempo rememorando sus recuerdos que tienen un
valor histórico, social y antropológico muy importante para apreciar la
proyección de este barrio a lo largo de los años. Él escribió muy
detalladamente de sus padres y abuelos (por cierto, su madre era una mujer
guapísima), su casa natal, su infancia, la profesión de sus progenitores…
anexándolos con temas más colectivos como la educación y el trasporte. El honor
y el cumplimiento a la palabra dada, el respeto a la propiedad privada y sobre todo
el respeto a los mayores. Todas estas virtudes sociales que parecen hoy
perdidas en este sistema que ya no es que haga aguas por todas partes, sino que
se hunde en los abismos. Y alguno/a aun vive en utopías. No voy a desentrañar el libro, pues aunque
fue escrito en el año 1997 lo interesante es que lo lean si consiguen un ejemplar.
Es curioso todo lo que rodeó a
don Jesús en su niñez y adolescencia. De esas personas que nacen en un tiempo y
entorno privilegiado que parece que los moldea en el espíritu e intelecto para
que tengan siempre esa pasión encendida por las raíces. He de confesar que en
algunas páginas del libro me reía por distintos motivos y en otras me quedaba
algo asombrado. Es la magia de leer las vivencias personales de un autor de
generaciones anteriores a quién se sumerge en la lectura de estas bellísimas
páginas.
Me reí con anécdotas como la de
“no vayas por la orilla del barranco que ahí está el Diablo”. Eso sí que lo
llegué a oír yo a la gente mayor siendo niño. O aquella sucedida a su padre, da
a entender que era alcalde pedáneo, con un vecino que era muy desconfiado y
vigilaba sin cesar su viña para que no le robaran las uvas. Cosa que generó
malestar en el barrio porque el respeto a lo privado era muy arraigado. Y a la
vez me ha causado cierto asombro el hecho de cuando iba con su padre los fines
de semana a visitar a sus abuelos y nada más llegar les pedían que les dieran
la bendición. Cosa esa hoy impensable en la mentalidad de un joven.
Con tales anécdotas y recuerdos
el lector va degustando cada palabra y fotografías del libro. Me lo leí en un
ratito de un tirón y la verdad que se me hizo corto.
Obviamente el barrio de La
Florida ha tenido un avance espectacular en las últimas décadas. Que es lo que
debe ser. No se puede caer en la desidia que los pueblos se queden estancados y
se conviertan en zona anacrónicas bajo el óxido de lo obsoleto. No resido ahí y
por tanto no conozco la realidad social de su día a día y los vecinos que lo
conforman. Eso ya lo dejo para los florideros/as que son los que conocen el
meollo de la cuestión. Pero es indiscutible que su crecimiento es notable. No
cabe duda que en unas cosas habrá mejorado y en otras no. No siempre los
tiempos pasados fueron mejores, pero bien es verdad que los tiempos presentes y
futuros muchas veces no son mejores de los ya vividos. Eso ya va en la óptica
de cada persona. Evocaciones florideras está escrito por un testigo directo de
aquella Florida en un tiempo concreto que ya hoy parece que se diluye bajo la
implacable mano de hierro de Cronos. Una Florida de la primera mitad del siglo
XX que ya poco tiene que ver con esta Florida del siglo XXI totalmente modernizada,
aunque siempre habrá cosas que mejorar, con sus infraestructuras, su expansión
poblacional, urbanística y tecnología. Un lugar que ya está más unido al centro
urbano del municipio debido a las mejoras en las comunicaciones. Si no fuera
porque pilla todo en pendiente del Casco a la entrada de La Florida caminando
no es sino un pequeño paseo para aquellos que guste caminar. Un barrio que no
ha delimitado su vida dentro del área geográfica que le corresponde dentro de
la Villa. Esa Mesopotamia, evocando las palabras de don Jesús, ha sabido darse a
conocer al exterior con su tradiciones y festejos que nunca hubiera podido
materializarse sin el buen hacer de sus vecinos. Con su fantástica Romería y
Fiestas. Creo que este año se recuperó la tradición de ir a buscar el cisco al
monte como tantas veces vería hacer, y tal vez participar, don Jesús. Pero si
hay algo que es el sello inconfundible de La Florida es el puchero. Fiesta que
ya está totalmente arraigada y que cada año concentra a mayor número de
personas haciéndose un hueco en el calendario festivo del año con una
proyección totalmente ascendente. Y me alegro de que así sea.
Quiero hacer aquí un pequeño
inciso y tener un recuerdo hacia la persona de don Victoriano Hernández
Trujillo, contemporáneo de don Jesús en esa época de la niñez vivida en La
Florida, que falleció hace unos meses. Sí hubiera existido una segunda parte de
Evocaciones Florideras bien la podría haber redactado don Victoriano.
Evocaciones florideras es un
libro que como villero recomiendo su lectura porque no se puede entender a La
Orotava sin La Florida ni a La Florida sin el resto de La Orotava. Conocer la
historia del pueblo es fundamental. Ya saben que este blog, o más bien yo que
soy quién escribe, siempre estoy reivindicando que hay que mantener las
tradiciones lo más puras posibles. Sin injerencias de fuera ni contaminaciones
queriendo buscar esa especie de neo sincretismo y diversidad cultural que por
lo menos este quien escribe ni a pedido, ni falta que me hace, y que parece que
se quiere imponer con calzador por el imperativo de las modas. Mal endémico ese
de las sociedades del siglo XXI. Eso sería oxidar los eslabones que van uniendo
a las generaciones y siempre defenderé la fidelidad a la tradición en
muchísimas cosas. Se cambia lo que no funciona y no lo que nos define como
pueblo.
Evocaciones florideras no es sino
una polifonía de voces y anécdotas del pasado que don Jesús las singularizó en
sus recuerdos y pluma. Voces pretéritas a través de sus palabras y de las múltiples
imágenes que a lo largo de este relato podemos ver. Personalmente afirmo que este
libro es uno de los más bonitos que haya podido leer sobre La Orotava y sus
gentes. Una vez más incido que a los pueblos los forma su gente.
Me han gustado mucho las palabras
escritas por Agustín González, con ellas cierro este escrito, dadas en la introducción
del libro y que dicen así:
“…Es el suyo un testimonio de
gran valor sentimental y hasta etnográfico. Es una reliquia de esa tradición
oral que debe recuperarse, conservarse y divulgarse, para reafirmar nuestra
identidad como pueblo y para enriquecer nuestro patrimonio cultural. Es un
relato escrito con la sabiduría de los años y con la naturalidad propia de las
gentes del campo. Pero, sobre todo, este libro es el homenaje sincero y
profundo que un “floridero” quiere tributar a su tierra, a sus raíces.”
Pues esto mi querido lector/a son
las evocaciones florideras, que se unen a los 514 años de historia de nuestras
evocaciones villeras. Y ahí es donde radica nuestra grandeza histórica y que
define lo que fuimos, somos y debemos de ser. Si la historia de La Orotava
sigue palpitando es gracias a tantos personajes que se dan cita en este libro y
que se extrapolaron por todo en municipio con otros nombres y otras historias
en épocas pasadas para construir presente y futuro. Como sus ancestros hicieron
con ellos y como nosotros igualmente debemos hacer con nuestros descendientes.
Un saludo.
Un saludo.
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Primera edición del texto: Agosto de 2020.
* Imágenes pertenecientes al propio libro.