Un Pueblo para su Gente y una Gente para su Pueblo. La Villa de La Orotava es más que un sentimiento. Blog siempre en aguerrida libertad.

jueves, 30 de noviembre de 2017

¡Y nos fuimos a correr el cacharro!

Este año tenia propuesto ir a ver correr el cacharro pues hacia muchísimos años, por diferentes causas, que no veía esta bonita tradición villera. El título de este escrito en si no es correcto, porque yo no corrí el cacharro sino que acompañé y fotografié el recorrido.
La verdad que me hizo mucha ilusión el haber estado. Porque uno recuerda aquellos años de niñez y adolescencia donde el cacharro era algo de niños y mayores. Recuerdo siendo niño de ver a sexagenarios y septuagenarios corriendo el cacharro. Cacharros de todo tipo. Lavadoras, neveras, cubos de pintura, somieres… ¡hasta medio coche llegué a ver! Afortunadamente los tiempos cambian para algunas cosas, pero muy mal para otras. Y la fiesta del cacharro por la víspera de San Andrés perdió esencia sobre todo a partir de este nuevo siglo. He comprobado que la tradición ha derivado en algo más enfocado a la infancia. Cuando era una fiesta de todas las edades. Y observando anoche aquel nutrido grupo de padres y niños pensaba que la fiesta sigue viva. Hay una trasmisión entre padres e hijos, por eso he elegido para este escrito la foto que lleva. Padre e hijo. Veteranía y juventud caminando de la mano en amor a La Orotava y sus tradiciones.
Pero igualmente pienso ¿Cuándo esos niños sean mayores, correrán el cacharro o correrán el cacharro con sus hijos? Porque a lo mejor se les está dando el concepto de que la fiesta es infantil. No lo sé. Porque desde los colegios se tiene igualmente una actitud algo ambigua. El año pasado salieron en horario de clase a las calles a correr el cacharro. Este año lo ignoro, pero creo que no. Y los colegios tienen la obligación de estas cosas. Es más, a nivel escolar de infantil a bachillerato debería existir una asignatura específica sobre estas cosas. Espero y tengo ilusión de que estos que hoy son niños, de adultos corran el cacharro junto a sus hijos no como acompañantes. Y correr el cacharro de verdad, no quedarnos en unas latas de refresco y poco más. Cosa por otra parte normal pues son niños y no va a arrastrar grandes pesos.
Luego tengo cierto enfado con las redes sociales. Llegan estas fiestas y mucha gente adopta un tono reivindicativo en post de correr el cacharro. Pero señores/as el cacharro no se corre en Facebook. Se corre por las calles villeras. Mucho bla, bla, bla en las redes sociales ¿y dónde están luego? Vienen con las excusas de perdida de fiestas, de que no se mantienen las tradiciones, y mil excusas. Pues lo siento, no hay excusa. Hay grupos como el Colectivo Cultural la Escalera que mantiene viva la tradición. Y lo hacen de manera pública y notoria. Por lo tanto, hay fiesta y gente que la organiza. Y en un muy buen ambiente y organización. Así que menos Facebook y más calle. Menos susurros de queja y más estruendo metálico. A veces pienso que si la gente ha perdido la ilusión por este tema porque ahora ya no es como antaño que la policía era muy restrictiva con este tema. A lo mejor la solución es que el Ayuntamiento prohíba el cacharro y así se colapsan las vías de “cacharreros”. En fin… Tengo clara una cosa. Quejarse por quejarse es igual de malo que el no hacer nada. Por eso yo estuve anoche allí. Porque no me gusta que me cuenten las cosas. Yo voy a comprobar las cosas por mí mismo y a hacer mi propia foto. Así que menos quejas y más cacharro.
Mi valoración de anoche en lo general es el buen ambiente vivido por las calles de La Orotava en mantener estos festivos rescoldos del pasado calientes. Una fiesta sana, sin músicas estridentes, sin alcohol, sin peleas y nada que corrompa. Un trayecto donde la gente, sobre todo los conductores, son cómplices de la gente que corre el cacharro y en una actitud asertiva paran sus vehículos para dar paso a niños y mayores. Un buen ambiente entre los vecinos del barrio de los Cuartos-San Andrés y los “cacharreros” en una especie de simbiosis de hermandad. Y sobre todo gracias al Colectivo Cultural la Escalera por organizar y mantener esto. Ya saben que yo no pertenezco a ningún grupo, colectivo, asociación…así personalmente estoy a bien con todo el mundo. Y no se me caen los anillos en felicitar a las personas que hacen las cosas bien. Y cuándo se hacen las cosas bien, con amor y sentimientos, ahí están los resultados. Por lo tanto, yo como villero desde este blog, anoche lo hice en persona, los felicitos porque están batiendo el cobre donde otros están tranquilamente en su sofá. De igual manera agradecer que no me pusieron objeciones a realizar las fotos pues me presenté por sorpresa en la plaza de San Juan Bautista y pregunté si había algún impedimento. Cosa que no hubo.
Me despido contando una anécdota personal de cuando el cacharro era el cacharro.
Creo que tendría 5 ó 6 años no más. Y los chicos mayores que yo se hicieron con un somier de cama de matrimonio de aquellos metálicos de muelle. Íbamos en el grupo algunos vecinos y familiares. Pero ellos eran todos adolescentes ya. Incuso algún veinteañero iba. Y no se le ocurre a uno sino engrasar los bordes del somier para, según él, que corriera más. Bajamos por la calle Calvario con aquel somier que hasta chispas iba echando por los muelles. Que encima se le habían agregado cacharros viejos y demás. Pero aquel amasijo metálico iba cogiendo velocidad. Y cuando íbamos bajando por la carretera del Ramal en la curva antes de llegar donde Pepe tenía el taller de las motos, no controlamos el somier y todo lo que llevaba se descontroló y nos estampamos contra la valla. Los que ya tienen una edad recordaran que antiguamente la carretera del Ramal era de doble sentido por ser entrada-salida de La Orotava. Una carretera que era medio camino cabras que se le dio su primer buen arreglo cuando vino a Tenerife la Vuelta Ciclista a España. Pues al chocar en la curva venia de abajo un coche y el somier y todo trasto que llevaba se le puso debajo de las cuatro ruedas. Yo no sé quién era, pero el frenazo, bocinazos e insultos fueron más estruendosos que los cacharros. Y van todos aquellos y salen por patas. Ni qué decir que yo salí tras ellos que corrí como nunca. No sé que fue del somier y los cacharros, pero yo no los volví a ver. Temeridades que hoy no haría porque es un peligro. Pero a esa edad uno no teme al riesgo porque no lo conoce. Siempre que llegan estas fiestas me acuerdo de aquel somier engrasado porque así cogía, o más bien creía aquel iluso, que cogía más velocidad. Anécdotas de otras épocas y otra Orotava. Ojalá volvieran ciertas cosas.
Un saludo y felicidades para los Andrés y Andrea.

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Primera edición del texto: Noviembre de 2017.
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