Hoy comienzo una serie de
escritos sobre La Orotava basados en recuerdos personales, historias contadas,
etc acompañadas de imágenes de las recreaciones de las dos ediciones de Entre
Molinos sobre unas actividades ya casi desaparecidas en el olvido del tiempo.
Utilizo fotos de mi autoría de Entre Molinos porque creo que han sido las recreaciones
más certeras y con mayor rigor que a día de hoy existen. Aparte de que son
fotos recientes pero con un halo de tiempo pasados. En este
blog, como siempre incido, me gusta trabajar con material propio.
Ya saben que no pierdo el
tiempo en escribir lírica y mucho menos intentar engañar a los respetables lectores
de este blog. Por eso aclaro que yo no recuerdo ver los lavaderos en
funcionamiento. Y tampoco voy a pasarme de listo en hacer aquí un “copia y pega”
para quedar de culto. Obviamente he consultado información para enriquecer el
texto. Pero como blogger hay que crear contenido propio. Como he dicho no
recuerdo los lavaderos en funcionamiento. En mi casa no se iba a lavar la ropa a
tales lugares porque había agua propia de las atarjeas que pasaban por la
propiedad.
Hablar de los lavaderos es extenso.
Porque se sustentan en toda una cosmogonía cultural, social y antropológica. No solo los lavaderos tienen historia propia. Sino que a su vez se relacionan y
hermanan con los molinos y con las dulas de agua. Molinos y dulas que fueron
dos elementos claves en la expansión poblacional, económica y agrícola en La
Orotava desde su fundación.
Históricamente siempre se ha
dicho que los lavaderos públicos de La Orotava fueron cinco: los de Santa
Catalina, Cruz Verde, San Francisco, ermita Franchi y los de la calle del Agua.
Pienso, por lógica, que algunos de menos calado tuvieron que existir en las
zonas altas del municipio que el tiempo haya borrado su recuerdo y ubicación. Y
si no existieron como tal al menos algún punto de encuentro entre lavanderas
habría en las atarjeas.
De los lavaderos siempre se
han contado múltiples historias. Me voy a centrar en el de San Francisco por
ser el más renombrado y porque es donde más información nos ha llegado a día de
hoy.
Básicamente eran lugares donde
las mujeres lavaban la ropa de su familia o por encargo en base a una remuneración.
Era un trabajo en aquella época de mucha demanda porque en las crónicas se
relatan que se prohibió lavar la ropa a tales horas por la suciedad que llegaba
a las aguas de riego. Tales horarios no se podían cumplir dada la gran
afluencia de lavanderas. Hecho este que me cuentan que producía disputas entre
ellas para poder lavar su ropa. Incluso discutían hasta por el jabón porque
era normal el “coger” algún jabón no propio. Simples historias y anécdotas que
se relatan. En la realidad seguro que existirían las discusiones pero el
contexto general era de mujeres trabajadoras que lavaban ropa propia y ajena
muchas horas al día y que aquello fuera una gran familia. Con sus cantos, con
sus risas y sus grandes historias hoy ya silenciadas por el tiempo. Cuando se
acababa la jornada dichos recintos quedaban para los hombres que hacían actividades
de esparcimiento tras la dura jornada de trabajo organizando fiestas y
tenderetes. El casino de los pobres llamaban
al de San Francisco. Obviamente todo esto supuso en La Orotava un centro neurálgico
de la vida social de las clases más humildes del municipio que hicieron que los
lavaderos fueran en los años 40 del siglo XX reformados dotándolos de las
piedras de lavar. Dicha reforma era necesaria por
desgaste del lugar y para que las lavanderas trabajaran con mayor comodidad
bajo un techo cubierto. Por lógica era normal que los lavaderos fueran
desapareciendo como sucedió a finales de la década de los 60. Primero porque a
las viviendas que se construían y se reformaban se les acondicionaba el agua. Y
segundo porque ya a su vez la red eléctrica se extendía y por lo tanto el uso
de electrodomésticos. ¿Qué necesidad de ir a los lavaderos? A dichos lugares
les pasó lo mismo que hoy en día con la expansión de las nuevas tecnologías y
la robótica. Ya no hay necesidad de ciertas actividades laborales. Y así se fue acabando
con los lavaderos. Por desuso y por expansión urbanística que hizo que algunos
desaparecieron como los de la calle del Agua. Y ahí parece que era el fin de
los lavaderos. Porque el de san Francisco acabó convirtiéndose durante muchos
años en depósito municipal.
Pero siempre hay gente
consecuente que tiene esa sensibilidad y amor de recuperar lugares emblemáticos
y con historia. Y a principio de este siglo hubo gentes, grupos, colectivos… que reivindicaron la recuperación del lavadero de San Francisco.
Cierto que hubo alguna voz que decía el por qué recuperar un lugar que fue símbolo
de miseria y necesidad de tiempos pasados. Razones no faltaban para esas
palabras. Porque los lavaderos tenían esa función bien por necesidad, bien por
no existir tecnologías en aquellos tiempos o bien porque había que buscarse el
sustento. Además seamos claros. Cuando se llega a un cierto status económico la
gente tienda a olvidar ciertas cosas por vergüenza y “porque eso era de pobres”.
Craso error ese. ¿Cuántas cosas no hay hoy en día qué a lo mejor en cuarenta
años diríamos esas mismas palabras? Afortunadamente la recuperación se hizo y
de forma sobresaliente. No solo su recuperación sino recuperando los
primigenios lavaderos sepultados. Hoy está adecuando para ser visitado en
recorridos programados o para otros actos. Aunque personalmente pienso que le
falta todavía más proyección y más actividades. Pero eso ya a mí no me compete
organizarlo. Decirlo sí. Servidor que tiene afición en verano de recorrer por
la noche las calles villeras siempre que paso por allí me queda el vacío de no
poder entrar. De no poder sentarme a solas un rato para escuchar los sonidos del
silencio. Porque en esos sonidos hay muchas historias que contar. Como un rastro etéreo que quedó allí impregnado de otras épocas.
Hoy he querido traer este
escrito al blog como homenaje a las lavanderas, no solo de las que se ubicaban
en San Francisco sino de cualquier lavadero que existiera en el Municipio. En
la actualidad se nos bombardea con eso del acceso a la mujer a la vida laboral,
que está muy bien, pero a esas personas yo les digo mira para atrás y ve lo que
hicieron tu madre, abuela, bisabuela… Las lavanderas trabajaban de sol a sol.
Muchas embarazadas o acompañadas de sus hijos. Otras en la plenitud de su
juventud y las más veteranas en el otoño o incluso invierno de sus vidas. A
ellas se unían las niñas que ya iban adquiriendo el oficio de sus madres y
abuelas. Unas aprendiendo, otras enseñando unas formas de lavar hoy
desconocidas que solo sabian esas manos hacendosas. Jabones naturales,
hierbas olorosas para tal fin e incluso ceniza. Todo ello aderezado con su lejía
y añil. Como todo en la vida el secreto es sabiduría y paciencia. Mujeres de
otra pasta que cargaban baños de ropa por las pinas-declive, la eterna
simbiosis villera, calles de La Orotava en cualquier época del año. Con salarios muy por debajo de
lo que realmente merecían, en eso poco ha cambiado el panorama. Villeras que
hicieron y parieron esencia para engrandecer este pueblo. Mujeres a las que el
tiempo y la historia borra sus nombres y rostros pero que los que vivimos esta época
tenemos que hacer lo posible por recordarlas en su conjunto y no olvidar lo que
fueron. Por todas ellas va este escrito. Aunque sé que no es el mejor, el más
culto o el escrito en más fina palabra es el que me dicta el corazón.
Aquí les dejo un vídeo, también
de mi autoría. Grabado en junio cuando se celebró Entre Molinos donde las
mujeres caracterizadas como lavanderas hacen una magnífica interpretación de lo
que muy bien podía ser la vida en cualquier jornada de aquella época. Les dejo
la referencia de tiempo. Desde el minuto 27:51 al 31:03.
Saludos y como siempre digo
nunca olvidemos lo que fuimos, lo que somos y lo que debemos de ser.
© 2017 Francisco García.
Texto, foto y vídeo sujetos a
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Quedan prohibidos, dentro de los
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la reproducción total o parcial de este texto, foto y/o vídeo por cualquier
medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento
informático o cualq
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la Ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de este texto, foto y/o vídeo por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático o cualquier otra forma de cesión sin la autorización previa y por escrito del titular del Copyright.
Todos los derechos reservados a
favor de © Francisco García.
Primera edición del texto: Agosto
de 2017.
Segunda edición del texto revisado: Agosto de 2018
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Entre Molinos Patrimonio, Memoria y Tradición. Año 2017. Foto: © Paco García 2017. |
Entre Molinos Patrimonio, Memoria y Tradición. Año 2017. Foto: © Paco García 2017. |
Escena de las lavanderas desde el minuto 27:51 al 31:03.