Este pasado fin de semana era noticia en La Orotava el
fallecimiento de don Leopoldo, antiguo profesor de matemáticas del colegio Ramón
y Cajal y del instituto Rafael Arozarena.
He de admitir que a don Leopoldo solo lo conocía de vista
pues yo no estudié en el Ramón y Cajal. Pero sí tengo amigos/as que fueron sus
alumnos y que me comentaban el sábado la tristeza que sentían ante esta pérdida.
Porque lo recordaban como un excelente profesor de matemáticas, pero más aún
como una gran persona. Yo sé bien lo que sentían pues este año han fallecido
dos de mis antiguos profesores en los Salesianos como fueron don Antonio Jiménez
y don Leoncio González.
Son perdidas sentidas porque un profesor no es un familiar, pero
son personas que se nos cruzan en nuestra vida cuando nos estamos formando como
individuos y en muchos casos, como en mi época, que íbamos a clase de lunes a
viernes en horarios de mañana y tarde, pasábamos más tiempo con los profesores
que con personas más cercanas a nuestro entorno. Y eso crea vínculos de respeto
y afecto. Decía Rudyar Kipling “Dadme un niño durante los diez primeros años de
su vida: no necesito más para formar a un hombre.” Esta afirmación que tiene un
sentido acotado o está fuera de contexto en esta época actual sí que contiene
una fuerte verdad. Tan vez no los diez primeros años de la vida de un niño/a,
pero sí los quince primeros. Porque un buen profesor no solo crea buenos
alumnos sino mejores personas que son las que potencian una sociedad más sólida
en todos los valores. Y esos vínculos vi entre mis amistades cuando les
pregunté qué opinaban de don Leopoldo. Profesor del que hace un tiempo se había publicado
una foto del claustro del Ramón y Cajal en los años 80 y fueron muy reiteradas
veces las muestras de cariño y gratitud hacia él.
En cuanto he tenido algo de tiempo para escribir he querido
traer a 100 x 100 villeros a este abulense de nacimiento al que a varias
generaciones de villeros impartió sus conocimientos de matemáticas de una forma
distinta y amena que lo hicieron único. Y cuando esas generaciones sienten la partida
de un educador como don Leopoldo es síntoma inequívoco de que ahí hubo calidad
como docente y una calidad aun mayor como persona.
Como he dicho más arriba no lo conocí como profesor, pero en
las caras de mis amistades que estudiaron en el Ramón y Cajal veo la tristeza
por una dolida marcha. Porque mucha de esa gente que hoy se entristece por ello
no solo fueron sus alumnos sino ahora son padres de quienes fueron alumnos de
don Leopoldo. Educadores arraigados a una tierra que no era la suya pero que
los recibió como hijos de la misma.
Mi más sentido pésame a su esposa e hijos y mucho ánimo para
sus ex alumnos. Quédense con el ejemplo de educacional y de bondad de la que
hizo gala porque eso es la mayor trasmisión de valores que puede legar un
profesor.
La misa por su eterno descanso se celebrará el próximo viernes 22 de Diciembre en la parroquia de la Inmaculada Concepción (La Orotava) a las 19:30 H.
La foto se viralizó por las redes sociales y la copié del
muro de una amiga del Facebook. No sé bien quién la publicó primigeniamente por
lo que le pido disculpas por utilizarla para este escrito.
Don Leopoldo Rodríguez González. |