Un Pueblo para su Gente y una Gente para su Pueblo. La Villa de La Orotava es más que un sentimiento. Blog siempre en aguerrida libertad.

sábado, 8 de febrero de 2025

Antero.

Como he incidido esta imagen está creada por IA en base al texto de Parodi. Publicada con todo respeto hacia la memoria de don Blas Gutiérrez “Antero”, el cual no conocí ni tengo foto y por tanto no sé cómo era físicamente. Ojalá alguien me remitiera una foto de este personaje que me ha parecido sumamente peculiar. Me hubiera gustado conocerlo.

 

Hoy, de la mano de José Luis Sánchez Parodi y su libro Antes de que se acabe el tiempo de escribir, quiero traer a un personaje villero que yo por lo menos no lo recuerdo.

«Aquel Antero que conocí de verdad en carne y hueso, nervioso, activo, diligente y que trabajaba en el Juzgado de Instrucción de La Orotava, fue el que reflejó en mi ánimo que en verdad llevase tan difícil nombre.

Yo tenía como agente judicial a un salmantino del que he hablado en uno de mis libros, simpático y famoso en la Villa, en lo que cabe, que después de ser musico militar se transformó en funcionario de justicia, y que en realidad, había que armarse de paciencia para que funcionase.

Bondadoso, leal y honrado, este don Ricardo de mis carnes, y mis disgustos, había que tratarlo con más resignación que disciplina, en sus dudas, en sus ausencias, y en sus retrasos mañaneros…

Pero en el juzgado había Antero anexionado… yo no sé por qué orígenes, informalmente el puesto destinado a agente judicial o personas que realizaban igual actividad, aunque de modo no oficial…

Serio, parecía que tenía un azogue en su cuerpo y que dominaba el movimiento continuo. Jamás estaba quieto y siempre estaba deseando que lo enviaran a cualquier mandado, este alegre e incansable trabajador de lo qué fuese.

Inquieto -desinquieto diríamos rindiéndole tributo a su lenguaje orotavense- en cuanto se ponía en actividad, como solía calzar unas solidas botas de becerro vuelto, sus pasos -clock-clock- sonaban sobre el entarimado que desde la oficina llevaban a la escalera, como si fuera un colosal rebumbio que diera la impresión de un pelotón de soldados en desfiles solemnes.

Al poco rato se oía el sonido característico, y todos, aunque estuviésemos en la Sala del Juzgado celebrando con la formalidad exigible unas pruebas, o una vista, pensábamos “ya está de regreso Antero”. Y en verdad nonos equivocábamos.

Esta situación tenía unas características humorísticas, Porque don Ricardo tenía celos. Tenía celos de que Antero fuese más eficaz que él, cuando él era el “señor agente judicial”, y Antero una especie de colaborador suyo, al que proporcionábamos, por su rapidez, más atención. Pero no podía ser otra cosa.

Pero el uno tenía sus pequeños pies plagado de callos y juanetes, que le impedían moverse con rapidez, y el otro alcanzaba velocidades inusitadas en los recados, yo no sé por qué misterios, aunque alguien decía que radicaba en sus botas. Aquellas botas que cuando éramos niños, todos ambicionábamos ser aquel “gato con botas” de nuestra infancia, que corría, saltaba. Volaba.

Pero Antero no fue toda su vida un colaborador nuestro para el recuerdo. En otros tiempos, Antero había sido vendedor de helados. Un vendedor típico, popular que atravesaba los veranos la Villa y marchando por sus empinadas calles, portaba una garrafa de helados, para atender a una clientela de chavales que esperaban, impacientes, su paso...

Se anunciaba con una trompetilla de agudos tonos, yo no sé si arrancados con el fino sonido de aquellas trompetas que anunciaban previamente en las galerías de agua la explosión de un barreno, o si era una trompetilla que un genio mágico le hubiera puesto en sus manos, y que él tocaba con especial cuidado.

Y apenas finalizado el eco, se oía el pregón usual de Antero, quien comiéndose letras se auto anunciaba “al hela-e-ro”…

Antero, ilusión de tantos orotavenses, que hoy culminan sus vidas, en apacible vejez, a quienes intento resucitar la nostalgia con estos recuerdos de hombres que un día vivieron y formaron la pequeña historia de la Villa, y cuyo paso por el mundo, no debe perderse.

Sería un olvido que yo, desde mi modestia de ocasional vecino de La Orotava, dejara en silencio la imagen de Antero. Qué por cierto no se llamaba Antero, sino Blas Gutiérrez!»

 

Como dije más arriba yo a este señor no llegué a conocerle. No sé de su vida ni si tiene familia aquí, supongo que sí, y dónde residía. Posiblemente a Antero lo recuerden los más viejos de La Orotava, porque he preguntado a gente de mi edad y algunos años más y todos me han dado una respuesta negativa. 

La imagen que acompaña este escrito, puesta con todo cariño y respeto hacia esta persona, la creó la IA en base al texto de Parodi. Que por cierto, lo calificó como "texto lleno de vida y detalle".

Cuando lo leí me Parodi trasmitió de forma magistral un texto que crea en el lector simpatía hacia este personaje. Ese es el motivo de dedicarle esta entrada. La de traerlo al recuerdo y que su nombre vuelva a resonar, aunque sea humildemente en este pequeño blog, en la conciencia de La Orotava.

Señor Antero, me hubiera gustado sumamente haberlo conocido.

Saludos. 

 

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