Por fechas pre navideñas y por medio del muro de Facebook me encontré con una foto posteada por el amigo Julián Hernández Rodríguez fechada en el año 1991.
La imagen de por sí es muy curiosa y entrañable, pero lo que más me llamó la atención fue los innumerables recuerdos evocados por parte de las personas que lo comentaron. Curiosamente recuerdos bifurcados, pues unos comentaban sobre el antiguo molino de la familia Dorta y otros sobre la cabina telefónica.
Ambos recuerdos sin lugar a dudas de un valor excepcional.
Partiendo de que este conjunto arquitectónico está enclavado en un lugar privilegiado de La Orotava yo no voy a valorar en profundidad ni el molino ni la cabina. A mí me gusta la fotografía en su generalidad. Someramente sobre el molino no nos puede albergar otro sentimiento que no sea el de su conservación y mantenimiento, pues forma parte de la historia de La Orotava. De los molinos y su importancia capital para este pueblo ya se ha hablado y escrito mucho por parte de personas más eruditas y conocedoras de tales hechos que servidor.
Sólo decir que La Orotava no puede olvidar sus molinos, pues aunque algunos son de titularidad privada, son patrimonio material y sentimental de este pueblo. Aparte de ser suministradores de gofio, tueste y molienda de cereales que hacían de los mismos un lugar de encuentro en la vida municipal de sus habitantes en el día a día. A nivel sociológico estos recintos tenían en otros tiempos un valor de bien esencial de interés común que es innegable. ¡Pongamos el foco en estos lugares que hacían vecindad y creaban pueblo! Buena muestra de ello son los dos molinos que aún funcionan, que aunque ya no tienen iguales funciones que antaño siguen siendo lugar de comercial peregrinaje para una amplia población.
Sobre la cabina ya escribí sobre ellas en Abril del 2021 en un artículo titulado "Vestigios de otros tiempos a los que se les podría dar nuevos usos" (pincha sobre el título para acceder al enlace).
Estos pequeños habitáculos, antes tan necesarios, ya casi carecen de función en el actual siglo XXI, aunque yo no soy partidario de su total desaparición. En otros municipios, algunos en esta propia isla, aunque se hace en infinidad de países, se han habilitado como pequeñas bibliotecas de intercambio de libros, tema este en el que ya he incidido varias veces. Parece que aquí o no llega la idea a los señores capitulares o no les interesa. Prefieren que los libros se sigan yendo a los contenedores de papel y posterior trituración que a fomentar una cultura de retroalimentación entre ciudadanos. En fin…
¿Y qué decir de las cabinas para el uso que fueron diseñadas? Un icono, ya pretérito, en nuestras calles. Tod@s los que ya pasamos cierta edad las utilizamos. Casi siempre cuando llegabas tenías un/a pelma delante que se entretenía una hora hablando. Y tú allí mirando con mala cara y cagándote en todo…
Conozco a gente que muchas conferencias pusieron con destino a Venezuela y Cuba. A la larga salía más barato que llamar desde el teléfono de casa porque te circunscribías a las monedas que llevabas. Algunas me gocé acompañando a los emisores en horario nocturno cuando las llamadas eran más baratas.
Las cabinas, al igual que los molinos, tenían cierto grado de punto de encuentro a nivel social. Porque a veces se formaban pequeñas colas donde se entablaban conversaciones. Incluso como punto de quedada con los amig@s: “oye te espero al lado de la cabina…” (la que fuera).
¡Que tiempos aquellos que no volverán!
Incido nuevamente que de esta foto me quedo con el conjunto. Aquellos molinos impulsados por la fuerza hidráulica, hoy desaparecidos confrontado por la tecnología del siglo XX como eran las cabinas telefónicas. Ambos ya en desuso, pero que no debemos olvidar, sino preservar. Que parece que tenemos una memoria bastante frágil.
Saludos y me voy a comprar gofio, con lo que sobre hago una llamada de teléfono.