Un Pueblo para su Gente y una Gente para su Pueblo. La Villa de La Orotava es más que un sentimiento. Blog siempre en aguerrida libertad.

jueves, 23 de marzo de 2017

Don Leandro Medina Pérez. Un sacerdote en el sentimiento villero.

Siempre he dicho que hay villeros de nacimiento y villeros de adopción. Hay villeros que pese a ser de la Villa no son villeros y foráneos que llegan aquí y al primer segundo ya son villeros. Y hoy voy a hablar de estos últimos. Creo que podría decir que voy a hablar de un sacerdote legendario en La Orotava como fue don Leandro.
Don Leandro Medina Pérez (1925-1976), nacido en Arucas y fallecido en La Orotava un 18 de septiembre de 1976 a los 51 años de edad. Fue sacerdote en El Escobonal y Granadilla de Abona. Párroco de la Concepción, San Agustín, San Antonio María Claret y San Isidro Labrador de La Orotava, y arcipreste del Valle de La Orotava. Párroco consultor del Obispado, director de la hoja diocesana Pregón. Vocal de las Comisiones Diocesanas de Misiones Parroquiales y Música Sacra. Aparte de ser miembro de la U.R.E. (Unión de Radioaficionados Españoles) y locutor de un pequeño programa de radio allá por las décadas de los 60/70. Gracias a sus inquietudes radiofónicas puso en contacto a muchas personas de Tenerife con sus familiares en Venezuela tras el terremoto de Caracas de 1967 que dejó a una parte del país devastada.
Aparte de todas estas actividades, pues fue don Leandro sacerdote de militancia muy activa, siempre se le ha recordado por diversos motivos que hoy podríamos decir que eran incomodos para aquella época. En aquellos años las familias más pudientes y poderosas del pueblo tenían asignados con sus respectivos nombres los primeros bancos en la iglesia para todo acto que se celebrara. Según me cuentan quienes vivieron los hechos entró don Leandro a la iglesia y empezó a dar vueltas dentro del templo observando en silencio todo aquello de los bancos y nombres. Hasta que se giró hacia quienes les acompañaban diciéndoles que por favor retiraran esos membretes pues en la casa de Dios no había privilegios. Que si alguien tenía queja que fueran a hablar con él. Se conoce que no hubo quejas suficientes o hubo redaños suficientes en el obispado pues don Leandro se mantuvo ejerciendo su ministerio sacerdotal en el pueblo. Esos grandes detalles con los que empezó, más su carácter abierto con la gente, su simpatía y su gran labor pastoral lo hicieron merecedor del cariño villero. Personalmente viéndolo a través del tiempo, la época en la que vivió y su trabajo ministerial creo que don Leandro fue otro de esos precursores silenciosos del Concilio Vaticano II. Tal vez él sí entendiera la idea a la que quería llegar Juan XXIII. No lo sé, pero me da esa sensación de que don Leandro supo, incluso ante de los dictámenes finales del ultimo Concilio, de ver que la Iglesia tenía que cambiar muchas cosas para poder seguir siendo una Institución sólida y que caminara con los tiempos que ya venían. Y aquello no pasaba por privilegios, ni por bancos con nombres ni por nada que tanto aun gusta a la Santa Madre Iglesia en todos lados. En cambio él pasaba por la militancia activa y peregrina como quería Cristo. Por eso fue un cura de pueblo llano. Cosa que muchas veces les faltan a los sacerdotes. Don Leandro era un sacerdote que tras sus misas y sus actividades pastorales gustaba de ser parroquiano del bar Parada o el bar Tapias. Gustaba de sentarse con la gente a hablar en las plazas, de interesarse por sus vidas y de ayudar en lo que estuviera en su mano. Un sacerdote por y para el pueblo. Por eso considero que fue precursor del Vaticano II en la Villa. Lástima que la muerte se lo llevara pronto, siempre los mejores se van pronto, porque más cosas hubiera reformado en la vida religiosa de La Orotava. No conozco a nadie que lo hubiera tratado que me hable mal de don Leandro. Al contrario, todo son alabanzas y buenos recuerdos de alguien que dejó huella en el municipio y sus feligreses. Y eso pasado los años de su fallecimiento no es fácil. Y menos que se reconozca hoy en día. Como diríamos en la actualidad don Leandro era un tío cojonudo. Me hubiera encantado encontrármelo en la terraza de algún bar y compartir con él un café y una buena conversación. Me interesaría mucho saber su opinión de diferentes temas. Seamos claros. Con la que le está cayendo a la Iglesia en todos los sentidos y con los tiempos que corren no es fácil hablar bien de los sacerdotes. Y más cuando algunos parecen que sirven al Demonio en vez de a Dios por sus repugnantes aberraciones. A mí me sería más practico no hacer esta humilde referencia hacia la persona de don Leandro. Pero hace meses vi esta foto en Facebook y me dije que tenía que escribir algo sobre él. Pese a que casi no lo recuerdo hay que reconocer la valía de estas personas. Ya el resto de la historia, sus vivencias, el trato que tuvieron con él, sus anécdotas, etc mejor que lo cuenten quienes lo trataron a diario como compañeros sacerdotes, sacristanes, monaguillos, feligreses, etc. Podía haber vendido la historia como mía diciendo que lo traté y que éramos hasta amigos e inventarme alguna batallita. Pero eso no tiene rigor y es una falta de respeto a los que se toman la molestia de leer este humilde blog. Por eso como siempre pueden dejar su comentario pues me interesa la opinión que se tenga sobre él. Porque con toda sinceridad me parece un personaje muy interesante. Ojala hubiera suerte y esto lo leyera alguno de sus familiares de Arucas. Pues me han comentado que poseía, faltará saber si es cierto, un archivo fotográfico de su época en la Villa. Sería interesante si me pudieran facilitar alguna imagen o anécdota. A ver si la Red hace magia y alguien lo lee. Aunque mejor sería que lo leyeran quién competa y en La Orotava se le ponga una calle, que yo sepa no existe, con su nombre que bien merecido lo tendría.
Sea hoy y en estos tiempos de Cuaresma mi recuerdo para don Leandro Medina Pérez que sin ser de aquí tan buen recuerdo dejó entre nosotros. Un 100 x 100 villero pese a no ser villero.
© 2017 Francisco García.
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Primera edición del texto: Marzo de 2017.
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Foto: Julián Hernández Rodríguez. Realizada en 1971.