En esas sorpresas que a veces le dan a uno vía mensaje me llegó no hace mucho esta imagen de parte de la Villa en el siglo XVIII. Dicha imagen en una litografía obra de C. Adrien y está ubicada en el Museo Municipal de Santa Cruz de Tenerife.
Aunque afortunadamente parte de la arquitectura expuesta aún existe contemplamos, igualmente con pesar, todo lo desaparecido bajo el hormigón y nuevas infraestructuras hechas desde el siglo de la Ilustración.
Lejos quedan ya aquellos paisajes bucólicos que hacían apología de las palabras de Horacio de la Urbe in Rus que luego muchos autores extrapolaron a La Orotava. Aquella ciudad jardín donde la arquitectura de sus palacetes, casas solariegas y edificios públicos y religisos se fusionaban con la Naturaleza en insigne simbiosis. ¡Incluso vemos el famoso drago al que Humboldt le catalogaba diez mil años! Tristemente desapareció en la centuria del XIX.
Viñedos, papales, frutales, senderos hoy desaparecidos hasta de la memoria del pueblo. Sinceramente siento sana envidia de C. Adrien de haber podido contemplar aquella Orotava.
Habremos ganado mucho, indudablemente el pueblo no podía quedarse estancado en esos siglos, pero también pagamos por ello un alto precio.
Hoy en día, y siendo consciente de que los pueblos tienen que crecer si así su limite territorial se lo permite, yo preferiría pasear por esos senderos en detrimento de las calles que hoy lo hago. El haber perdido ese concepto que se mantuvo hasta la primera mitad del siglo XX creo que fue un error. El Casco villero tenía su mejor garante y escolta en ese cinturón de plena naturaleza que lo circunscribía. Quedan pequeños lugares de aquella época, pero temo que por una u otra causa acaben perdiéndose. Es igual si está situado en zona pública o privada.
En fin, siempre nos quedaran estas imágenes para recrearnos, pues al éxtasis visual y presencial ya es un privilegio que los viller@s de hoy en día no podemos reclamar ni presumir.