Un Pueblo para su Gente y una Gente para su Pueblo. La Villa de La Orotava es más que un sentimiento. Blog siempre en aguerrida libertad.

jueves, 26 de diciembre de 2019

El inquebrantable amor de una madre.

Hoy traigo uno de esos escritos sobre unos hechos reales y unos personajes que forjaron la historia villera del siglo XIX como fue el caso de Diego Ponte del Castillo, VIII marqués de la Quinta Roja. Pero antes de desarrollar este escrito me veo en la auto obligación de dejar aclarados algunos puntos para así evitar mal entendidos.
Yo no soy historiador. Lo que usted mi querido/a lector/a va a leer en estas líneas es mi impresión personal de este tema. Muy condesada porque no voy a desvelar la totalidad de la historia. No intento, atrevido ignorante sería, querer hacer con ello un escrito de carácter histórico. Yo no soy historiador, ni tengo formación en ello, para rubricar este escrito, ni ningún otro, con dicho carácter solo reservado a quiénes de verdad son historiadores.

No es este tampoco un escrito de ataque a la Iglesia ni de defensa de la Masonería. Ya tengo una edad y unos conocimientos para desde mi punto de vista, en aguerrida libertad, pensar que ambas instituciones llevan siglos en singular combate en una contienda que va mucho más allá del plano filosófico y que pienso que llega hasta las más altas cotas del plano exotérico. Afortunadamente poseo la asepsia mental suficiente y en esa contienda casullas vs mandiles yo soy persona totalmente neutral pues nada se me ha perdido ahí. Tampoco me sirve ese rollito intelectual de que si la intransigencia de unos contra otros. Si a día de hoy, como siempre ha sucedido, no nos damos cuenta de que la transigencia es algo de mucha palabrería y poca efectividad es que no sabemos en qué mundo vivimos.

Tengo claro que esto lo van a leer católicos y masones, pues intuyo que la masonería sigue presente en la Villa, que sepan que no defiendo, tampoco ataco, a nadie. Simplemente porque no me interesan ni tienen nada que ofrecerme a nivel espiritual ni intelectual. Para mis aspiraciones de ambas cosas en la vida ya estoy colmado con mi biblioteca y este blog. Católico semi practicante que no está cerrado a la lectura de todo tipo de libros y temáticas. Charlas, conferencias y demás. Pero yo no me adjunto con nadie y así estoy a bien con todos.

Hace unos meses por una concatenación de serendipias realicé una serie de publicaciones en mi red social. Publicaciones que leyó José Maza, autor junto a Nicolás González Lemus del ensayo “Masonería e intolerancia en Canarias. El caso del Marquesado de la Quinta Roja”. El día 4 de octubre de este 2019, lo recuerdo bien pues era mi onomástica, Jose me regala dicho libro junto a otro de su autoría: “Felipe Machado, alfombrista y diletante”. Yo conocía ambos ensayos. Obviamente procuro estar al tanto de lo que se publica sobre la Villa. Pero tengo tal cantidad de libros por leer que no tengo tiempo de abarcar tantos títulos como deseara.

Dicho día Jose y yo tenemos una conversación sobre este tema. Tema que yo conocía por varios motivos. Primero porque las familias más antiguas en el Casco sabíamos lo sucedido porque era un hecho histórico que se iba relatando de generación en generación. Encima leyendo el libro de todos estos acontecimientos tuvieron que ser testigos directos por vecindad mis trasbisabuelos y tatarabuelos pues varios de los personajes de esta historia eran vecinos directos. Por otra parte, en su momento por cuestiones turísticas y de propia curiosidad personal tuve que empaparme de este tema. En cuanto acabé el libro que estaba leyendo en el momento del regalo de Jose automáticamente me dije tengo que leer este libro. Quiero saber si me va a clarificar más sobre el tema. Tanto me clarificó y gustó dicha publicación que ha dado origen a este escrito compartiendo mis impresiones personales.

La masonería es algo que no sé explicarlo porque no lo conozco. Yo en mi paupérrimo intelecto la divido en dos: masonería de tipo folclórico que es aquella visible y masonería de tipo exotérico que es aquella que dicen que forman los poderes ocultos y manejan el mundo con hilos invisibles. Bien es cierto que en los momentos que vive Diego Ponte del Castillo se dice que la masonería hace un daño terrible al país en aquel convulso siglo XIX donde España pierde su imperio y hegemonía mundial. Aparte de una serie de problemas internos, guerras, pronunciamientos y demás. Pero no voy a centrarme en eso. Hay muchísimos ensayos, documentales, tesis, canales de YouTube y webs donde pueden consultar pues no es este blog lugar para desarrollar estos temas. Yo quiero centrarme en La Orotava.

Leyendo el libro a Diego Ponte del Castillo se le descubre como un caballero altruista, culto, comprometido con la sociedad de su tiempo y demás. Alguien que da la impresión de ser muy buen persona. Pero a la vez con la valentía de enfrentarse a los poderes establecidos como era, y aun es, la Santa Madre Iglesia. No ocultaba su filiación a la masonería. Y creo que la fuente del problema que sucedió con su entierro no se originó en La Orotava sino en Garachico. Intuyo que el marqués y el párroco de San Pedro Daute José Navarro Gorrín tuvieron un fuerte enfrentamiento verbal que no ha quedado registrado, o fue omitido conscientemente, para la historia. Y fue él el que lavó la cabeza al entonces párroco de la Concepción Josá Borges Acosta. Todo eso derivó en un escandalo en aquella época. Rencillas personales, calumnias, problemas burocráticos y una serie de actitudes por parte de ambos entornos que dio que hablar. Fue de tal magnitud el problema que incluso se tentó la posibilidad de enterrar a Diego Ponte del Castillo en el cementerio anglicano del Puerto de la Cruz.

Obviamente no voy a desentrañar el libro. Sí les recomiendo que lo lean porque encima van a tener contacto directo con unos de los autores del mismo en ese templo de la cultura como es la librería el Viajante donde José les podrá extender este tema adecuadamente. Y más José que es un tipo que se sumerge a fondo en archivos históricos buscando hasta el ultimo resquicio. Aparte que de forma paralela van apareciendo personajes que fueron muy importantes en aquellos tiempos a nivel económico, comercial, político y periodístico.

Pero hay un personaje en esta historia que a mi me ha eclipsado como fue doña Sebastiana Fernanda Carolina del Castillo y Manrique de Lara, VII marquesa de la Quinta Roja y madre de Diego Ponte del Castillo, VIII Marqués de la Quinta Roja y una de las principales casas nobiliarias de Canarias. Ella fue en mi opinión la verdadera heroína de toda esta historia. Sola o casi en soledad, soledad buscada pues la esposa de su hijo María de las Nieves Manrique de Lara, poco pintó en todo esto frente al ímpetu de su suegra. A medida que iba avanzando en las paginas del libro y reflexionaba de cómo esta mujer se alzó contra las imposiciones sociales, por cierto, como siempre muy doble moralistas, de la época. En eso hemos cambiado poco. Bien es cierto que su posición y fortuna le dieron cobertura para ello. Y aplicando ese concepto de lectura comprensiva me fui dando cuenta de que doña Sebastiana no solo tuvo una posición de señora, sino que ejerció como tal. Sin gritos, sin aspavientos, amenazas, embustes… se preocupó de luchar denodadamente contra viento y marea por lavar el honor de su hijo frente a las vendettas de muchos, sobre todo el clero. Porque a la muerte física del marqués se unió la intentona de muerte social del mismo. Pero con esta mujer tocaron en hueso duro de roer. Y en ese pequeño microcosmos que era La Orotava en toda la Nación nos damos cuenta de lo qué era aquella España decimonónica desangrándose entre conservadores y liberales. Se me viene ahora a la mente al fantástico articulista y escritor Mariano José de Larra que viendo aquella caótica situación fue uno de los motivos, junto a su fracasado matrimonio, por los cuales acabó pegándose un tiro en la sien frente a un espejo. En eso también hemos cambiado poco.

Sebastiana Fernanda Carolina del Castillo y Manrique de Lara,
VII marquesa de la Quinta Roja.
Imagen enviada por José Maza.


Portada del libro de José Maza y Nicolás González Lemus.
Doña Sebastiana, que podía haberse plegado al sistema y haber vivido plácidamente de sus cuantiosas rentas, decidió luchar por la memoria de su hijo erigiendo el Jardín del Marquesado de la Quinta Roja. Llamados hoy Jardines Victoria. En su honor creo que a partir de ahora en lo personal y en lo escribano me referiré al mismo con su primigenio nombre. Ya que la Iglesia le negó honor y sepultura a su vástago en nuestro camposanto, querían enterrarlo en un pedregal apartado del cementerio, la “chercha” como se decía en tiempos pretéritos, ella lo quiso elevar a tal en ese pequeño jardín del Edén. Pasando las paginas se palpa la enorme inteligencia de esta mujer. No solo la fortuna que gasta, que es considerable, y a quién se lo encarga, aunque el papel de Adolph Coquet, afamado masón de origen francés, en si el Jardín es masón o no aun genera dudas. Yo opino que sí es masón y que como mínimo Coquet también dio ideas y directrices de lo que debía ser el mismo. Recordemos que el jardín no entraba en el proyecto de Coquet sino el mausoleo. La marquesa fue muy hábil no solo proyectándolo en zona tan visible, sino que luego en la Exposición de Horticultura del año 1888 lo dio a conocer a nivel nacional e internacional mediante este evento pues cedió los Jardines para el mismo. Incluso recibía en su morada, hoy centro de la Tercera Edad, y enseñaba dicho lugar a todo visitante que se lo pidiera. He quedado gratamente sorprendido de la figura de doña Sebastiana del Castillo y Manrique de Lara. Una mujer totalmente avanzada a su tiempo y que tuvo que luchar contra el orden establecido. Siempre lo he afirmado y tras leer el libro mi idea queda más confirmada. Si esto en vez de pasar en este país hubiera sido en otro ya hubiera tenido película, obra de teatro y serie en Netflix o HBO (al igual que la hubiera tenido la historia de Dácil y el capitán Gonzalo del Castillo). Historia fantástica de las grandezas y bajezas humanas. Pero esto es España. País de cazurros en piel de toro, corazón cainita y cuernos de ignorancia. Males endémicos que aun recorren la Patria y a los cuales hubo de enfrentarse la marquesa. 



Diego Ponte del Castillo, VIII marqués de la Quinta Roja.
Imagen: http://canarianfreemasonry.org/inicio/archivos/1425


No quiero desgranar más de la historia. Repito, ahora que estamos en época de regalos compren el libro porque vale muchísimo su lectura. Y esto no es una publicidad encubierta ni me llevo nada con ello. Pero esto sí es una historia humana de verdad en el que la ficción se queda corta ante la magnitud de los hechos sucedidos. Simplemente recomiendo zambullirse en estas páginas de la historia villera que con el paulatino paso del tiempo las nuevas generaciones las irán olvidando. Prácticamente si salimos de las familias antiguas del Casco poca gente conoce la historia y a estas alturas ya algo desvirtuada.

Personalmente visito con mucha asiduidad el Jardín de la Quinta Roja. Me gusta sentarme un rato a los pies del mausoleo contemplando las fabulosas vistas del Casco que desde allí tenemos. Es un sitio con ciertas energías telúricas que recargan y dan tranquilidad al espíritu. Cada vez que voy me quedo a solas con mis pensamientos y solo me retiro si viene algún turista pues por respeto a los mismos no voy a entorpecer a personas que tal vez no vuelvan a visitar nuestro municipio nunca más. En cambio, yo lo tengo siempre. Además, con total sinceridad, los jardines de la Quinta Roja están para que los disfrutemos que unos buenos dineros nos ha costado al pueblo de La Orotava adquirirlo en su momento, rehabilitarlo, más otra reciente reforma. ¿Qué se creían que el dinero cae del Cielo meado por la cuquita del niño Jesús? Ya en marzo vienen los impuestos y se les clarifica el tema. Aunque nunca creo que se logre igualar el aspecto y grandeza que tuvo en su génesis. Bonito sería intentar replicarlo a su forma original. Tales jardines tienen que ser espacio turístico tal y como están actualmente concebidos y a la vez espacio para estar en un ambiente tranquilo. Personalmente no entiendo el lugar de otra forma de como está en la actualidad. Lugar tranquilo donde pasear, meditar. Sin ruidos, sin estridencias, sin ambientes licenciosos… Ahora que se ha vuelto a retomar con fuerza el tema de que La Orotava sea Patrimonio de la Humanidad una de las principales bazas debe ser este entorno privilegiado en nuestro Casco antiguo. No recuerdo si en algún escrito en el blog o en redes sociales más de una vez he comentado que hay dos lugares en el Casco en los que me gustaría pasar una noche para fundirme con su entorno. Uno es los Jardines del Marquesado de la Quinta Roja y otros son los lavaderos en San Francisco. Dos rincones villeros cargados de energía e historias humanas. Lástima que a mí no me den la llave.

Este escrito lo he traído hoy a colación pues ayer se cumplió el 116ª aniversario del fallecimiento de doña Sebastiana ocurrido a las ocho de la mañana del Día de Navidad en Santa Cruz de Tenerife alojándose en el hotel Inglés de los hermanos Richardson a causa de la enfermedad del reblandecimiento cerebral crónico. Copio textualmente lo siguiente del libro:

Fue enterrada en el viejo cementerio de San Rafael y San Roque de Santa Cruz de Tenerife, por orden del juez municipal de la ciudad, don Miguel Diaz Llanos y Fernández, a pesas de que la marquesa había dejado claro a sus herederos de que su intención era reposar junto a su marido e hijo.

“Encomienda su alma a Dios y dispone que acaecido su fallecimiento se le de sepultura sin pompa de ninguna clase, en el mismo sepulcro en que se encuentran las cenizas de sus amadísimos Hijo y Esposo para que así como en espíritu han de unirse ante el Supremo Creador, sus restos mortales estén también unidos. Y dispone que se haga sin pompa ni aparato alguno su enterramiento, porque quiere que sea hecho en la misma forma que lo fue el de su amadísimo hijo".


Francisco de Ponte y Llarena,
VII marqués de la Quinta Roja.
El parecido entre padre e hijo es notorio.
Del libro de Jose Maza y Nicolás González Lemus.


Fue también su última voluntad que sus restos, transcurrido el tiempo que la ley exige, y los restos de su esposo e hijo, se colocaran en el Panteón que a tal efecto levantó en el jardín de su casa en La Orotava, hecho que encargó a sus herederos.

Cabe decir que parte del testamento de la marquesa, según leo, fue anulado porque contravenía algunas leyes. Pero no se pudo cumplir, ni creo que se cumpla, la voluntad de doña Sebastiana de que sus restos mortales junto a los de su hijo Diego y su esposo Francisco descansaran juntos en el panteón de los Jardines. Cosa hoy imposible por ser de titularidad pública y a efectos legales no habilitado para enterramientos.

Mujer a la cual le rindo este humilde tributo en mi blog. No por simpatía ideología, espiritualidad, estatus social o corporativismo nobiliario. Carezco de todo eso. Sino por ser una mujer con dos ovarios bien puestos. Y valen más dos ovarios bien puestos que posición y fortuna. Ella lo tuvo todo y merece que su memoria se perpetúe, como toda esta historia, en las generaciones presentes y venideras. Una mujer que en otro país y otro pueblo hubiera sido una fémina legendaria. Historia pura de la Villa de La Orotava recogida en este libro. Merece ser leído. Gracias José Maza por tan prolífico y acertado regalo.
Un saludo.

* Apéndice: 
Añado este apéndice en la noche de sábado 28 de diciembre de 2019 por el siguiente motivo. Quienes hayan leído el libro, e incido en que vale mucho su lectura, comprobará que el destino final de la marquesa es un misterio. Este tema quería hablarlo personalmente con José Maza por lo que no quise escribir nada en el momento de la publicación de este artículo. El motivo es el siguiente.

La marquesa fallece el 25 de diciembre de 1903 en Santa Cruz y la ley no permite el traslado y enterramiento fuera del municipio donde se produce el óbito. Por lo que es enterrada en el antiguo cementerio de San Rafael y San Roque. Misteriosamente su tumba desapareció y a día de hoy no se sabe dónde esta sepultada ni se sabe dónde está su lápida pues no hay resquicio alguno físico ni burocrático de su destino. En divagaciones entre Jose y yo pensamos que es imposible que una persona de su posición y rango, recordemos que doña Sebastiana por línea parental y de matrimonio formaba una de las casas nobiliarias más fuertes del Archipiélago, no pudo ser enterrada como una persona humilde. Ahí tuvo que existir un mausoleo o al menos una suntuosa tumba acorde a las costumbres de la nobleza de la época. Pues no hay rastro alguno. No se sabe si en algún momento tas su fallecimiento la exhumaron y enterraron en otro logar.

Teorías hay varias pues al morir su hijo Diego ella pide licencia de obras para hacer una tumba anexa a la de su esposo Francisco en el cementerio de La Orotava. Dicha licencia le fue negada. Por lo que Francisco Ponte Llarena y su hijo Diego Ponte del Castillo están enterrados en la misma tumba en distintos féretros uno encima del otro. Podría ser que a Sebastiana se la trasladara discretamente y se la enterrara en otro féretro sobre el de su hijo cumpliendo así en parte lo dispuesto en su testamento. Pudiera ser que trasladaran sus restos y fuera igualmente enterrada en dicha tumba o en cualquier otro lugar de las múltiples posesiones que abarcaba doña Sebastiana.

Mi opinión es que a la marquesa, como igualmente intentaron con su hijo, tras su muerte física la sometieron a muerte social y que sus restos deben encontrarse en alguna fosa común bien en Santa Cruz o La Orotava. Muchos enemigos se granjeó y negarle un lugar de visita a sus restos mortales pudo ser factible. Pero yo tengo una imaginación muy prolífica y tal vez esté divagando en extremo.
Una cosa sí es clara; el nombre de doña Sebastiana Fernanda Carolina del Castillo y Manrique de Lara, VII marquesa de la Quinta Roja y madre de Diego Ponte del Castillo, VIII Marqués de la Quinta Roja casi fue borrado de la historia. Cuando ella ni siquiera, que se sepa, pertenecía a la masonería. Pero en los últimos años la memoria de doña Sebastiana ha vuelto a tener vigencia por cómo se enfrentó a los poderes del momento únicamente llevada por el amor a su hijo.
Este era el pequeño fleco que me quedaba por añadir a este escrito. Tal vez nunca sepamos dónde descansan los restos mortales de la marquesa. Tal vez, quiero pensar que sí, está en nuestro camposanto en la tumba del marquesado de la Quinta Roja pues algún alma piadosa quiso que descansara con su esposo e hijo. Ya ven que esta historia tiene tintes de leyenda y reincido que en otro país hubiera sido llevada a cine, teatro y televisión pues el halo de misterio aumentó tras su fallecimiento. Una mujer legendaria que su memoria ha renacido como ave fénix, no buscando venganza, pero sí ejemplarizando una lucha sin cuartel y como única bandera el nexo de amor más fuerte que existe como es el de madre-hijo.
 
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Primera edición del texto: Diciembre de 2019.